o c h o

6.4K 660 124
                                    

El camino a Rocadragón fue escabroso, el clima de esa mañana parecía no tener las mínimas intenciones de mostrarle benevolencia a los viajeros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El camino a Rocadragón fue escabroso, el clima de esa mañana parecía no tener las mínimas intenciones de mostrarle benevolencia a los viajeros. El aire helado invadía los pulmones de Aegon con una crueldad única, sus huesos comenzaban a atrofiarse desde las coyunturas haciendo que cada movimiento fuera errático y poco certero. El príncipe paso la mayor parte del viaje mirando por la ventanilla del carruaje, perdiéndose entre las posibilidades imaginarias de lo que pudo haber sido su vida sin una boda necesaria con su hermana, el sabia bien que estaría bebiendo, estaria aferrado a sus creencia o a los barrotes de una jaula en la que no habría salida, pero sería libre, tan libre como podía serlo en una prisión de oro, tan solitario como la marea roja luego de una batalla, pero a eso estaba acostumbrado, la soledad era frenética e incontrolable para quienes no la soportan, pero Aegon le tenía cariño a su soledad, al frío en la cama y a los pasillos vacíos en Desembarco del rey luego de una cena, se preguntaba si podría lidiar con más compañía de la que estaba acostumbrado, hasta donde sabía Rhaenyra siempre estaba rodeada de servidumbre, damas de compañía, maestres y sus niños; como un símbolo de promesa ante lo que era el amor puro y la lealtad inquebrantable.

El príncipe miró hacia arriba por encima del cristal de la ventana desvió sus pensamientos hacia las nubes grisáceas que empezaban con su marcha intermitente hacia demostrarle que el clima podía ser incluso peor de lo que el esperaba, Syrax; la enorme bestia de su hermana abatia el cielo con sus alas demostrando al mundo cuán poderosa y temida podía ser incluso la sombra de un dragón, tres dragones más la seguían de cerca; Vermax, Arrax y Sunfyre. Unos valles adelante se encontraba el castillo de Rocadragón; con sus antiguos peldaños y su enorme cúspide llamativa, no era su casa, poco se parecía a Desembarco del rey, la fachada podía pasar por ruinas con facilidad, pero no había nada que hacer y tampoco había de que quejarse; su vida era pésima en cualquier lugar de poniente y lo sería con cualquier esposa.

—¿Todo en orden príncipe? —preguntó Elinda; la dama de compañía más cercana a Rhaenyra. Aegon la miró fijamente.

—Todo en orden —suspiro Aegon con frustración. El se recargo nuevamente en el asiento del carruaje y sostuvo sus crueles pensamientos un poco más.

—¿Alguna vez estuvo en Rocadragón? —volvió a preguntar con ímpetu; Aegon la miró y asintió lentamente algo desinteresado en la conversación. —Puede verse bastante deficiente por fuera, pero le aseguro, la princesa Rhaenyra hace que ese castillo tenga vida propia de alguna forma, ella es la luz en ese lugar.

—Puedo imaginarlo —murmuró Aegon. —¿Hay algo que no se magnifique en las manos de mi hermana?

El príncipe estaba de sobremanera acostumbrado al reconocimiento de Rhaenyra no solo como la felicidad pura del rey Viserys, si no también como la esperanza y vida de poniente mismo, era la princesa más querida, pues aunque Helaena también era mencionada en los desfiladeros del castillo, entre la servidumbre, los maestres y las damas de compañía, el nombre de Rhaenyra se hacía mención y presencia en cada rincón de Westeros, no la envidiaba a decir verdad, cualquier cosa que hiciera era de dominio humano tan sutil o no como para castigarla por sus decisiones todo el tiempo, por otro lado el príncipe Aegon si bien si fue mencionado al momento de su nacimiento jamás causo tanto revuelo como se esperaba para ser el primer hijo varón del rey, pues aunque fuese el primero según la perspectiva de algunos nobles, a la vista de otros y del rey mismo, Aegon no era más que un segundo hijo nacido de una segunda esposa. El príncipe miró al pequeño Joffrey con entendimiento, se preguntó si sería tan relevante como sus hermanos en cuanto creciera un poco más o sería olvidado, la curiosidad de Aegon era válida pues sus hermanos mayores; Jacaerys y Lucerys tenían no solo nombres valyrios si no también puestos de alto valor en la realeza, como lo era el trono de hierro para Jace o el título del señor de las mareas para Luke.

sueño de poniente | rhaegonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora