t r e i n t a y c i n c o

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El sol salió del horizonte ese día con la marcha lenta de las nubes por poniente, el príncipe Jacaerys había estado evitando a toda costa desde su llegada encontrarse con Aegon, estaba molesto y era bastante orgulloso como para aceptarlo, el prínc...

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El sol salió del horizonte ese día con la marcha lenta de las nubes por poniente, el príncipe Jacaerys había estado evitando a toda costa desde su llegada encontrarse con Aegon, estaba molesto y era bastante orgulloso como para aceptarlo, el príncipe apenas podía reconocer que en verdad lo extrañaba y que verlo criando a otro niño era casi un infierno en vida. Esa mañana salió desde temprano de su habitación para ir a la colina en donde dormían los dragones, Vermax estaba ahí, también; Sunfyre, Vhagar, Syrax, Arrax, Dreamfyre y Meleys, su corazón se sentía algo distante de los Targaryen pero jamás suficiente de los dragones y menos de su dragón; Vermax, de escamas verde y fuerte temple que crecía exponencialmente todos los años y con suerte llegaría a ser tan grande como Verminthor, el príncipe había estado aprendido las costumbres de su casa y alto valyrio aunque era un problema había tenido avances en los últimos meses. Jacaerys miró a los dragones volar y soltó un suspiro, una mano helada tocó su cuello y al darse la vuelta se pudo percatar de que era Lady Baela, ella solo llevaba puesta una bata de seda azul; el color clásico de la casa Velaryon.

—¿Tienes frio? —pregunto el príncipe quitándose la capa negra y poniéndola sobre los hombros de Baela. —Estas helada.

—Mis manos nunca pueden calentarse —dijo Lady Baela algo divertida. —Parte de ser un dragón supongo. ¿Qué hace aquí tan temprana mi Lord?

—Bae, no me llames así —suplico el príncipe mirándola. —No soy un señor, no soy señor de nada.

—Seras señor de los siete reinos algún día —dijo ella tomando su mano; Jacaerys junto sus manos con las suyas y las frotó para que entraran en calor. —Entonces si eres un Lord, mi Lord.

—Cuando sea señor de los siete reinos, tu serás la reina, no tienes que respetarme tanto —insisto Jacaerys. —Mis títulos serán tuyos, igual que mis tierras, mis riquezas, mi corona, mi trono y mi amor.

—Me conformo con lo ultimo —dijo Baela acercándose al príncipe y dándole un beso en la nariz, Jacaerys se quedó estático y sus mejillas se tornaron rojas.

—Cuando no me siente en el trono de hierro, deberías hacerlo tú —pidió el príncipe.

Baela sonrió y camino hacia los jardines con la capa de Jacaerys puesta, el la vio con los ojos luminosos y una sonrisa sofocante, la siguió de cerca y se quedó unos pasos detrás de ella, mientras su amada contemplaba las flores del jardín.

—Bae —la llamó el príncipe. —¿En verdad estas feliz de ser mi esposa?

—¿De que hablas? —Baela lo mira repentinamente, ella parecía algo confundida, bastante más bien. —¿Quién no estaría feliz de ser esposa de Jacaerys Targaryen?

—Alguien a quien no le gusten los bastardos —dijo el príncipe con un tono afligido. Baela lo miro y soltó un suspiro, ella se acercó a el y tomó su rostro entre sus manos.

—No eres un bastardo —dijo ella negando.

—Sabes que si Baela —insistió. —Te lo he dicho, no soy hijo de Laenor, soy hijo de un Strong, tal vez alguien como yo no debería sentarme en el trono.

sueño de poniente | rhaegonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora