Capítulo 11

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Tengo que alejarme de Nico.

Esto es algo que me vengo repitiendo desde hace un tiempo ya, pero me lo vuelvo a recordar a mí misma cuando lo que me despierta es una pesadilla de él acostándose a mi lado, pasándome la mano por la pierna, la barbilla por el cuello y acariciándome la cintura mientras me susurra al oído: «No me provoques, pulguita».

—Hijo de su p... madre.

Estoy sudando, me duele el cuerpo, la cabeza y tengo que cerrar los ojos con fuerza por la luz del sol que entra por la ventana. Siento algo raro y no tiene nada que ver con la pesadilla, me siento débil y me duele la garganta. Maldición, no hoy por favor, que tengo que ir a trabajar en un par de horas.

Me pongo de pie, parece que me pasó un camión encima, siento la piel caliente y no tengo un bendito termómetro. Quiero seguir durmiendo, pero cuando miro el reloj me doy cuenta de que ya no puedo, así que mejor me meto a la ducha. Ahí con los ojos cerrados, mientras me cae el agua encima y me muero de frío, me acuerdo de ayer y lo primero que aparece en mi mente es el beso con Nicolás. Abro los ojos de golpe y mejor termino de bañarme. Maldito Nico.

Me duelen hasta las articulaciones de los dedos cuando cierro la llave de la ducha, si tan solo alguien no me hubiera sacado de mi casa a las cuatro de la mañana para irme a meter a una cueva con murciélagos y quién sabe cuántos insectos, yo estuviera bien.

Hablando de murciélagos...

Me voy directo a mi laptop y googleo mis síntomas.

Okey, me contagié de rabia.

Aquí lo dice claro, los síntomas son así, similares a los de un resfriado común y todo esto es lo que yo tengo: Malestar general, dolor de cuerpo, fiebre, dolor de cabeza y quién sabe qué más. Comienzo a hacer memoria de cuándo fue la última vez que me pusieron la vacuna antirrábica, no me acuerdo y también dice aquí que aún con la vacuna podrías contagiarte. Okey, definitivamente, tengo rabia.

Sigo buscando, no sé por cuánto tiempo más paso comiéndome las uñas leyendo todos los artículos que me encuentro mientras me visto ya sea para ir al trabajo o al hospital. Llego a unos videos de la fase terminal y... por Dios, que no cunda el pánico, puede ser cualquier otra cosa... puede ser cualquier otra cosa.

Mejor me voy al hospital.

Escucho mi teléfono, lo tomo de mi mesa de noche y veo la conversación que dejé abierta con Samuel ayer, le dije que estaba cansada y que me iba a dormir, pero que podíamos vernos hoy... bueno, ya no se va a poder. Hoy no me ha enviado nada todavía, pero el sonido de mi celular no era por un mensaje de él, fue una notificación de mi red social... de Nico. Ah, carajo. Sí, sí me voy directo a lo que acaba de etiquetarme y es una foto de las que le tomé ayer dentro de la cueva.

Y es cuestión de segundos, casi de inmediato que tengo un «buenos días» de parte de Samuel, uno que de momento no voy a contestar, porque necesito preparar mi respuesta en caso de que pregunte sobre esta foto, pero a ver... Nico es muy privado en sus redes sociales y no creo que deje a Samuel colarse entre sus seguidores, o a cualquier cuenta fake, aunque Valentina sí sigue ahí.

Mejor reviso el resto de las fotografías.

Okey, hay unas cuantas más que se tomó con sus amigos, pero en ninguna hay rastro de que yo estuve ahí. Bueno, puedo inventarme cualquier cosa, porque decirle que yo tomé esa foto ayer sería confirmarle que pasé un día entero con Nico dentro de una cueva llena de murciélagos y eso no va a escucharse nada bien.

Volviendo a eso, en mi laptop todavía está el último video sobre la enfermedad de la que posiblemente me contagié. Intento convencerme de que eso no es probable, pero entre más leo más me alarmo y aprovechando que Nico aparece en línea:

Bendito Karma © (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora