Capítulo 19

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En este punto de mi vida ya no sé diferenciar si Nico está siendo sarcástico, o está hablando con la verdad, así que decido seguirme tomando todo como antes.

Es que, a ver, tampoco hay un antes... o un después, digo Nico sigue siendo Nico y ya está.

Y yo no debería estar aquí.

Quiero decir, no debería estar aquí en la camioneta de Nico entrelazando mis dedos con los suyos. Es que solo quería quitarle la mano de mi barbilla, pero cambió de tema y me quedé así, mientras habla no puedo evitar vérsela —la mano— es que es como tres veces más el tamaño de la mía... y tampoco debería estarle acariciando la palma, así que lo suelto, abro la puerta y me bajo.

—Bueno, te veo después... creo.

—¿Cómo es eso de que «crees»? —Cuando dice eso está tomando el café helado del portavasos y me lo da. —Aquí voy a estar cuando salgas, así que el «creo» no va a ser posible, perdón.

«Perdón» dice.

—Trabajas con el más allá y todavía no crees que puede pasar cualquier cosa que altere tus planes ¿Verdad?

—¿Cómo ayer?

—No, hablo de cualquier cosa que te pueda pasar a ti mismo camino a este lugar.

Él suelta una risa. Alcanza la bolsa de comida que está en el asiento trasero y también me la entrega.

—Bueno, pues convertido en fantasma o no, aquí voy a estar.

Un auto aparca a la par del de Nicolás, bueno... qué suerte que es el de Alfonso y no de otra persona que no quiero ver. Él se baja, me mira, y yo me despido de Nico y cierro la puerta, pero no lo hago como debería así que queda mal, intento abrirla de nuevo, pero yo cargo un bolso, un termo de agua, un café, una bolsa de comida, así que Nico se baja, rodea la camioneta y lo hace él mismo.

—Te puedo ayudar a llevar eso, si quieres. —Señala las cosas que tengo en las manos, pero le digo que no. —¿Segura?

—Sí, segura, pero gracias. —Además, Alfonso está ahí muy cerca, aunque parece estar hablando por teléfono desde que se bajó, así que no nos está poniendo atención... creo, o tal vez sí, mejor que voy. —Bye.

—Adiós, mi pulga.

¿Cómo que «mi pulga»? ¡Que mi jefe está aquí!

Se sube a la camioneta y cuando por fin se va lo hace tocando el claxon y esto llama la atención de Alfonso, me vuelvo a él, ya no está hablando por teléfono, aunque todavía sostiene el celular. Me mira a mí y dice:

—Tu novio se parece a Samuel ¿Te lo han dicho?

Ay, por Dios.

—No es mi novio, pero tienes razón, no me había fijado. —«No me había fijado», claro.

—¿Te ayudo? —A él le digo que sí, y toma mi bolsa de comida. De camino a la entrada se le ocurre soltar: —¿Es una clase de fetiche eso de estar con dos personas que se parecen?

Está bromeando conmigo, ya sé, y casi se le sale una risa.

—A ver, que yo no estoy con ninguno de los dos.

—Te dice «mi pulga».

Carajo. Él me está viendo fijamente con una sonrisa cuando abre la puerta, espera que pase yo primero y me defiendo:

—¿Y eso te parece romántico? —Mejor cambio de tema antes de que conteste, porque ya vi que está por hacer un asentimiento: —Y no le menciones a Samuel que me viste con alguien que se parece a él.

Bendito Karma © (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora