Capítulo 18

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Obviamente esto no fue un empate.

Pero ahorita no puedo hablar, no puedo ni siquiera articular alguna palabra coherente. Sigo cerca de la boca de Nico y ninguno de los dos se mueve. Yo estoy intentando recuperar la respiración. Carajo, estoy a punto de hacer una tontería, lo sé.

Y vuelvo a besarlo, él corresponde de esa manera tan voraz que me causa escalofríos, el tirante de mi vestido se cae cuando Nico comienza a bajar por mi barbilla, me besa el cuello, la garganta, el hombro. Desciende hasta la piel de mis pechos que sobresale por el corte de mi vestido. Su mano sigue debajo de mi falda, acariciándome desde la pierna hasta el trasero. Dios mío, estoy a punto de desconocerme a mí misma, mucho más cuando su otra mano me pasa por el torso, después por el pecho y me agarra del cuello para besarme la boca otra vez haciéndome soltar un gemido. Madre santa. Yo voy a olvidarme de esto, pero hasta mañana. Me acomodo mejor y él inclina el asiento dejándome en una mejor posición ¡Dios! Voy a cometer una locura.

Entonces su teléfono suena.

Esta es la señal, definitivamente. Es la señal de Diosito dándome la oportunidad para salir corriendo. Mi abuelo es el culpable, porque es el único que reza por mí para que yo no haga estupideces.

Podía esperarse hasta mañana.

Entonces nos separamos un momento, solo un momento nada más, porque volvemos a besarnos, y la llamada se corta, vuelve a sonar y ahora sí nos separamos de golpe, Nicolás se aclara la garganta y se saca el maldito teléfono del bolsillo. Yo sigo sobre él, sobre su entrepierna más específicamente, lo siento completo, porque lo único que nos separa es mi ropa interior, la suya y su pantalón.

Maldición, ¿Por qué no aproveché para meter mano y medirlo con más calma?

—Es del trabajo —dice. Mi vestido es corto y ahora mismo está mucho más arriba por culpa de la mano de Nicolás. Cuando descuelga ninguno de los dos dice nada, pero al mismo tiempo es cómo si nos entendiéramos, porque en el momento que él hace un ademán para pasarse al lugar frente al volante, simultáneamente yo me quito de encima de Nico y tomo el asiento en el que estaba él. Me estoy acomodando el cabello y también el vestido sin ponerle atención a lo que está hablando, solo escucho un «¿Ahora mismo?» de su parte y mira su reloj.

Okey, el rezo de mi abuelo funcionó al parecer.

Miro por la ventana intentando concentrarme en otra cosa, pero casi me da un infarto cuando veo a una chica parecida a mi vecina que ya no existe, en ese momento un auto llega y las luces la iluminan completa, okey, se parecen, pero no son iguales, esta se ve ligeramente mayor y en brazos lleva varias prendas de ropa que deja dentro de la cajuela de un auto donde hay otras cosas que, de seguro, pertenecen —o pertenecían, más bien— a la chica.

Bueno, es muy probable que sea ella la que ha estado todo este tiempo en ese apartamento entonces y no algo del inframundo. Ya no hay excusa. Esta es la segunda señal que me dice a gritos que tengo que volver a mi apartamento.

—Tengo que atender una emergencia, mi pulga. —Escucho a Nicolás. Me giro a él, no me está viendo, está manipulando su teléfono y me dice: —¿Estás segura de que vas a quedarte aquí?

—Sí. —Se acerca y saca algo de la guantera de su camioneta. —Te dije que tengo que regar mis plantas.

—Dame tus llaves.

—¿Para qué?

—Yo puedo pasar después a regarlas por ti. —Lo que tiene en manos son sus propias llaves y me las da. —Me sentiría mejor si te quedas en mi apartamento. Si por algún motivo este lugar te incomoda no me gustaría que te fueras caminando sola hasta el otro edificio a estas horas.

Bendito Karma © (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora