Capítulo 20

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De esta cita tengo que aprender dos cosas:

1. Que definitivamente esto de las armas no es lo mío.

2. Que no debí pedirle esto a Nico.

A ver, que tampoco es una cita, aclaro.

Estoy sosteniendo lo más que puedo la bendita pistola y me tiemblan las manos, además Nicolás así detrás de mí me pone nerviosa, me habla al oído y me toma las manos desde atrás para decirme como disparar. A ver, que si me mandan a una guerra y tengo que disparar, me matan a mí primero de un tiro.

Además, Nico... bueno, supongo que siempre y cuando no esté Nico sí puedo sobrevivir. Me escondo y ya.

—¿Qué harías en la tercera guerra mundial y te toca salir a matar gente para sobrevivir? —Eso lo dice él, claro.

Él cree que yo saldría.

—Me voy contigo, te apuesto que no querrás que me esconda con Samuel.

—A Samuel lo matan el primer día. No me preocuparía.

Que no se preocuparía dice.

No me da tiempo de replicar, porque le suena el celular y cuando se lo saca del bolsillo la llamada se cuelga, pero de inmediato se escucha la notificación de un texto, cuando lo lee suelta una risita que se me hace irónica, yo me estoy volviendo a poner los audífonos para disparar de nuevo, pero él me pone el teléfono de frente. Es un mensaje del pendejo de Benjamín y dice:

«Oye, ¿por casualidad tienes el número de Nina?».

Definitivamente, Benjamín está por sacarme de mis casillas. Estoy viendo la pantalla cuando un segundo mensaje del mismo cucaracho aparece:

«Es que borré su contacto y ahora tengo que trabajar con ella. ¿Te acuerdas de que a veces yo te llamaba de su número? ¿No lo guardaste?»

—Dile que no —le digo yo.

La media sonrisa de Nico me dice que va a escribirle una tontería, entonces se lo quito y yo misma le escribo un «No», así sencillo y cortante.

—Solo le iba a preguntar por qué tiene miedo de pedírtelo a ti personalmente.

—Ya lo hizo, le di mi número de extensión de la revista, al parecer no le gustó.

Entonces me guardo el celular de Nico en el bolsillo trasero de mi pantalón ¿y él me lo quita? Pues no. Vuelvo a ponerme en posición para disparar una vez más y no lo logro. Al menos hoy aprendí a cargarla.

—¿Y porqué con esta pistolita y no un arma de verdad?

—No puedes ni manejar esa pistolita aún.

Pero se va un momento y esta vez trae una escopeta que ahora mismo está cargando. Entonces yo me atrevo:

—Bueno, si es verdad que tú sí sabes manejarla tira todos esos. —Señalo los objetivos que están más abajo. Son cinco. —Sin fallar ni una sola vez.

—¿Qué me das si lo hago?

—Lo que tú quieras.

Ni siquiera he terminado de decirlo cuando dispara al primero, al segundo, al tercero... y ni siquiera me da tiempo de procesarlo cuando ya derribó los otros dos. Hijo de su... ¿Qué diablos? A ver, a ver, yo todavía no estaba preparada psicológicamente ¿Okey? Entonces miro de los objetivos tirados a él. Me da el arma y dice:

—Dijiste que lo que yo quiera ¿Verdad? Bueno, vendrás conmigo a hacer senderismo los dos días que ya habíamos hablado, así que lleva unos buenos zapatos y una chaqueta, porque ahí no hay un buen clima.

Bendito Karma © (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora