8 de DICIEMBRE

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Buenos Aires

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Buenos Aires

Sparkle Company

Morela sí se había percatado de lo raro que estuvo el día anterior Jereth, pero no le preguntó ya que creyó que no tenía por qué meterse puesto que posiblemente era algún inconveniente con la empresa central de Estados Unidos o bien algo personal y en eso sabía bien que no tenía que meterse o preguntar.

Llegó a la empresa alrededor de las diez de la mañana, pero sola como ayer.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó él mirándola por las paredes de vidrio y abriendo la puerta del mismo material.

—Vine a buscar unos adornos navideños y de paso subí para saber si necesitabas algo antes de irme a la casa de tus papás.

—No, nada, pensé que estabas allí.

—No, dije en su momento que iba a caerles a la mañana, pero creo que haré tiempo acá para no llegar tan temprano.

—¿Has armado el árbol y el pesebre de tu casa?

—Sí, más a la mañana.

—¿Y ya lo terminaste?

—Sí, con mamá, no es muy alto y grande el arbolito que tenemos y el pesebre tampoco lo es.

—Ve entonces a la casa de mis padres.

—¿Seguro? ¿No querés un café o que me fije algún papel para que firmes?

—No, el café puedo hacérmelo solo y si necesito algún papel, lo busco o lo haces mañana. No hay apuro.

—¿Estás bien? —cuestionó mirándolo con intriga y asombrada al mismo tiempo.

«No estoy nada bien desde anoche, sin embargo, tengo que mentirte.»

—Sí, lo estoy. ¿Por qué crees que no? —Frunció el ceño.

—Porque desde ayer que estás raro. No sos el Jereth que conocí hace unos días atrás.

«Es más perspicaz de lo que imaginé.»

—Puede que sea el calor.

—El calor te deshidrata o te sofoca dejándote cansado, pero no te cambia de humor o carácter para hacerte decidir otras cosas.

—Será la época navideña entonces —le sonrió.

Jereth quiso darle una excusa para que cortaran la conversación y terminara por irse a la casa de sus padres, porque más la tenía frente a él y más ganas tenía de invitarla a salir en plan «conocerse más».

—Bueno, eso podría ser, la época navideña que te hace respirar cosas buenas y lindas. Así que, si de verdad no querés nada de mí, me voy a la casa de tus papás.

—Ve tranquila, yo me encargo de todo, no te preocupes. Nos vemos luego.

—Nos vemos.

Morela giró en sus talones y caminó hacia el elevador con la caja debajo del brazo y giró la cabeza para mirar hacia el despacho. Todavía seguía de pie en el umbral de la puerta esperando a que se fuera.

Nunca es invierno en diciembre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora