Epílogo

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Dos chicas se encontraban tomadas de la mano, mientras caminaban con lentitud por la arena, aquella vista de la luna en su esplendor y de las olas golpeándose entre si, era una escena que jamás querían olvidar.

—¿Recuerdas la vez en dónde nos encontramos en está playa?—cuestionó la pelirubia con una sonrisa en su rostro.

—Claro que lo recuerdo, fue un hermoso momento amor —los ojos de ambas hicieron contacto entre si, reflejando aquel destello que sólo lograban hacerlo sentir entre ambas.

—Todavia recuerdo nuestra primera conversación...

—Es cómo si hubiera sido ayer, recuerdo perfectamente nuestras palabras y el inicio de todo lo que somos ahora.

Flashback

En la arena se encontraba una pequeña niña sollozando en silencio, mientras cubría su rodilla con la palma de su mano, quién está estaba manchada de sangre.

Momentos atrás, había tropezado con una piedra, por la cuál terminó impactando de rodillas en la arena, nadie pasaba por su lado, por lo cuál apenada y con una herida, se sentó en el suelo y comenzó a derramar lágrimas del dolor, que provocaba el ardor en su rodilla lastimada.

Una dulce voz se escuchó en las espaldas de la pequeña niña, sus sollozos cesaron al percibir una presencia cerca de ella.

La pequeña rubia levantó su mirada y frente a ella miro a una linda pelinegra de ojos azules, cómo el hermoso mar que presenciaba en esos momentos.

—¿Por qué lloras? —preguntó la ojiazul con melancolía al notar rastros de lágrimas secas en las mejillas de la menor.

—N-a, nada, só-lo tengo un rasguño, no es nada gra-ve  —respondió la menor, esperando que su respuesta fuera clara y convencedora.

—Déjame ver la herida —la pequeña rubia quitó la palma de su mano lentamente, para poder así apreciar su pequeña herida, quién ya contenía sangre.

—N-o, no duele —la mayor la miró con sus ojos entrecerrados, no la convencia.

—¡Auch, eso dolió! —se quejó la menor al sentir una leve presión en su herida.

—¡Lo sabía!, te duele —la menor sonrió y bajó su cabeza apenada.

—No, no quería llamar la atención, sólo es una leve cortada, nada más —dejó salir una sonrisa para tranquilizar el ambiente, que más bien fue una mueca de dolor, al sentir de nuevo aquel ardor.

—Espera, creo tener una curita en mi bolso.

La pequeña rubia la miraba con cierta curiosidad y gratitud, sin duda era su ángel,  estaba tan concentrada en detallar los rasgos físicos de la pelinegra, que sin darse cuenta la estaba mirando.

—¿Tengo algo en el rostro? —preguntó divertida al ver cómo la menor dejaba de hacer contacto visual con ella.

—N-o, no, sólo que... eres muy linda — declaró con sus mejillas enrojecidas.

La pelinegra sonrió para si y se sentó a su lado en la arena.

—Gracias... tú también eres linda —confesó la mayor con sinceridad.

La pelinegra dejó reposar una curita en la herida de la menor, mientras está se quejaba un poco ante su dolor.

—No encontré otra curita, pero la de Hello Kitty te queda de maravilla —sonrió victoriosa al saber que había hecho un buen trabajo.

—Gra-ci-as, te lo agradezco mucho —la mayor negó con una sonrisa de oreja a oreja.

—No tienes nada que agradecer.

𝙻𝚞𝚗𝚊 𝚕𝚕𝚎𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora