IX. Enfrentamientos

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Si me dijera a mí misma que hoy estaría despertando junto a la mujer que me ha estado revolviendo la cabeza desde hace unos meses no me lo creería.

Tenía miedo de despertarme y que todo lo que había pasado la noche anterior fuera mentira, pero para mi suerte no lo era.

El sol se colaba tímidamente por la cortina entreabierta, pintando de tonos dorados la habitación. El suave murmullo de la ciudad comenzaba a filtrarse a través de la ventana. Mientras contemplaba a Lisa durmiendo aún plácidamente junto a mí.

La respiración tranquila de Lisa llenaba la habitación, creando una atmósfera de paz que envolvía a ambas. Me quedé observándola por un buen rato, maravillada por la calma que irradiaba su rostro mientras dormía. Me acerqué lentamente y le aparté un mechón de cabello que cubría parte de su rostro, revelando una sonrisa serena en los labios de ella.

El recuerdo de la noche anterior inundó mi mente: las risas compartidas, las miradas, los besos, los abrazos y la gran relación que habíamos construido poco a poco durante la noche. Me sentía como si estuviera en un sueño del que no quería despertar, pero sabía que la realidad, aunque hermosa, también podía ser frágil.

Lisa abrió los ojos, parpadeando suavemente mientras se acostumbraba a la luz matutina.
Lisa se encontró con mi mirada, yo simplemente le sonreía con cariño desde el borde de la cama. Un instante de armonía se formó entre nosotras, como si supiéramos que algo especial se había desatado entre ambas. La calidez del momento llenó el espacio entre las miradas antes de que Lisa rompiera el silencio con una sonrisa radiante.

— Buenos días, preciosa — saludó Lisa con ternura, estirándose ligeramente.

— Buenos días — respondí con voz suave, devolviendo la sonrisa.

Lisa se acercó y depositó un beso en mi frente antes de levantarse de la cama.

Lisa se puso de pie y se acercó a la ventana, observando el bullicio de la ciudad que comenzaba a despertar. Los recuerdos de la noche anterior se entrelazaban con la realidad presente, creando un lienzo de emociones y expectativas.

Tuvimos una mañana agradable hasta que mamá decidió que debería volver a mi hogar.
A pesar de la dulce resistencia de Lisa y mi deseo de prolongar ese momento, sabía que era necesario marcharme.

Lisa se ofreció a llevarme a casa y sentí un vuelco en mi corazón al saber que pasaría un poco más de tiempo a su lado.

Cuando Lisa estacionó su llamativa camioneta frente a mi casa pude a ver a mamá cruzada de brazos esperándome en la puerta.

— Mierda. — dije sabiendo que algo había pasado.

— ¿Quieres que me baje y hable con ella? — dijo Lisa con tono nervioso mientras desabrochaba su cinturón de seguridad.

— ¡No, estás loca! — subí un poco el tono de voz, pero me retracté. — quiero decir... no hace falta, puedo solucionar esto.

— ¿Segura? — levantó una ceja.

— Sí, te lo prometo.

— Bien, cualquier cosa no dudes en avisarme. Cuídate mucho Jennie, lo pasé genial ayer. — me mostró su pulida dentadura blanca.

Sonreí y antes de abrir la puerta extendí rápidamente mi torso y deposité un beso fugaz en los labios de Lisa sin permiso alguno y reí antes de cerrar la puerta al ver su cara de sorpresa.

Escuché la camioneta marcharse y comencé a dar pasos nerviosos hasta mamá quien me miraba con un semblante bastante serio.

— ¿Se puede saber dónde estuviste toda la noche? — su tono era pesado.

La Musa de Venus | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora