XV. Nueva vida

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Desperté agitada al escuchar cómo tumbaban la puerta de mi casa. Traté de tranquilizarme pensando que se trataba de mamá, pero los pasos que seguían eran pesados y claramente de al menos tres personas.

Me levanté de la cama, el corazón latiéndome en el pecho, y me acerqué a la puerta con cautela. Miré a través de la mirilla, pero no pude ver nada claro. Mi respiración se volvió entrecortada mientras pensaba en las posibles razones de esta intrusión. Mamá siempre decía que había que estar preparada para cualquier cosa, pero nunca me imaginé que necesitaría usar esos consejos en medio de la mañana.

Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes, y el sonido de la cerradura siendo forzada me hizo dar un paso atrás. Busqué algo que pudiera usar para defenderme, pero solo encontré una lámpara sobre la mesa al lado de la cama. La luz era tenue y no me daba mucha confianza, pero era todo lo que tenía en ese momento.

Decidí esconderme en el armario, apagando las luces para no atraer la atención. Cerré la puerta con cuidado y me acurruqué entre la ropa, intentando calmar mi respiración. Podía escuchar voces en la entrada, enojadas y fuertes, pero no entendía lo que decían. El miedo me invadió, y me preguntaba qué pasaría si no lograba mantenerme a salvo.

Los golpes se hicieron más fuertes, seguidos por un estruendo que indicó que la puerta había cedido. Un grupo de mujeres entró en la casa con rapidez y precisión. Su forma de moverse, su lenguaje corporal, y las órdenes que daban entre ellas me hicieron entender que estaban entrenadas para este tipo de situaciones.

— ¡Rápido! — una de ellas ordenó. — No tenemos tiempo. La chica debe estar aquí.

Escuché cómo registraban la casa, la voz de una mujer resonando por el pasillo mientras las otras buscaban en las habitaciones. Su tono era firme y frío, sin ninguna señal de vacilación.

Sentí una oleada de pánico cuando una de las mujeres se acercó al armario donde me escondía. Mis manos temblaban, y traté de mantenerme en silencio, el corazón latiéndome en la garganta. Podía oír cómo una de las mujeres hablaba por teléfono, aparentemente dando instrucciones y confirmando la dirección.

— La hemos encontrado — dijo una mujer con voz grave. — Prepárense para moverla.

Las puertas del armario se abrieron de golpe, y me encontré cara a cara con una de las mujeres. Ella me miró con una expresión de determinación y frialdad.

— ¡Vamos! — ordenó, y sin darme tiempo para reaccionar, me agarró del brazo.

Intenté resistirme, pero ella era demasiado fuerte. Las otras dos mujeres entraron en la habitación y, rápidamente, me inmovilizaron. Me arrastraron fuera de la casa, sin dejarme oportunidad para escapar o hacer ruido.

Afuera, había un coche esperándonos. Me empujaron al interior del vehículo, asegurándose de que estuviera bien atada para que no pudiera escapar. La puerta se cerró con un golpe seco, y el coche arrancó con un rugido, llevándonos a través de la oscuridad de la noche.

Mientras el coche avanzaba, traté de entender lo que estaba pasando. ¿Por qué me estaban llevando? ¿A dónde me llevaban? Mi mente corría a mil por hora, pero la única cosa clara era que, por alguna razón, estas mujeres estaban trabajando para alguien importante.

El coche avanzaba a una velocidad constante, y yo me encontraba en la parte trasera, con las manos atadas y los pies inmovilizados. Una de las mujeres se sentó al frente, mientras las otras dos estaban en el asiento trasero conmigo. Una de ellas me observaba con una mirada fría y calculadora, mientras la otra permanecía en silencio, su rostro impasible.

— ¿Dónde estamos y por qué me llevan? — pregunté, tratando de mantener la calma a pesar del pánico que me invadía.

La mujer que me miraba fijamente sonrió de manera fría y distante. — No te preocupes, lo sabrás pronto. Solo permanece tranquila y no intentes hacer nada estúpido.

La Musa de Venus | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora