XIII. Viaje inesperado

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Jennie y yo habíamos acordado seguir viéndonos de maneras esporádicas en la universidad, para no levantar sospechas por parte de su madre ni por parte de Marcus. Ambas sabíamos la gravedad del asunto y normalmente andábamos en alerta.

Uno de esos días en la universidad, después de verme con Jennie, me dirigí al baño para refrescarme antes de salir. La rutina de verme con Jennie continuaba con una normalidad calculada; no queríamos levantar sospechas. Aunque no lo admitiera en voz alta, cada día que pasaba, la situación me ponía más nerviosa. Pero ver a Jennie, incluso por unos minutos, hacía que valiera la pena.

Al entrar al baño, me di cuenta de que estaba vacío, o al menos eso pensé. Mientras me lavaba las manos, el sonido de un susurro me hizo detenerme en seco. La voz era baja, casi inaudible, pero había algo en el tono que me heló la sangre. Instintivamente, apagué el grifo y me quedé quieta, tratando de identificar de dónde venía.

Era entonces cuando reconocí la voz. Era la madre de Jennie.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza al comprender lo que estaba sucediendo. Ella estaba en uno de los cubículos, hablando por teléfono. Me acerqué sigilosamente, asegurándome de no hacer ningún ruido que pudiera delatarme. No podía escuchar todo con claridad, pero lo que capté fue suficiente para hacer que mi estómago se revolviera.

— No estoy jugando, — decía ella en un tono bajo, pero cargado de una amenaza. — Si sigues insistiendo, no tendré otra opción. Ya te advertí lo que sucedería si no me obedeces. Esto tiene que terminar, de una forma u otra.

Automáticamente sentí mi celular vibrar.
Era un mensaje de Jennie informándome que efectivamente su madre estaba en el campus y prácticamente me rogaba que me fuera ya de ahí.

— No me importa lo que pienses. Esto es por el bien de Jennie. Si no puedes mantenerte en tu lugar, entonces tendré que tomar medidas más drásticas.

Una sensación de pánico me envolvió. La manera en que hablaba era fría, calculadora, como si la persona al otro lado de la línea fuera un obstáculo que necesitaba eliminarse. Y por la naturaleza de la conversación esto no me daba un buen presentimiento.

Sabía que no podía quedarme ahí mucho más tiempo. La situación se estaba volviendo cada vez más peligrosa, y la posibilidad de que la madre de Jennie me descubriera era demasiado alta. Mi respiración se volvió más rápida, pero me obligué a mantener la calma.

Observé la puerta del baño, considerando si podría salir sin que ella me viera. Pero justo cuando estaba a punto de intentarlo, la voz de la madre de Jennie se volvió más clara, como si estuviera a punto de terminar la llamada. No había tiempo.

Instintivamente, me dirigí hacia el extremo opuesto del baño, donde había un pequeño armario de limpieza. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta con cuidado y me metí dentro, cerrando suavemente detrás de mí. El espacio era estrecho, y el olor a productos de limpieza era fuerte, pero al menos estaba oculta.

Desde mi escondite, escuché cómo la puerta del cubículo se abría y los pasos resonaban en el baño. Mi corazón martillaba en mi pecho mientras trataba de mantenerme lo más silenciosa posible. La madre de Jennie salió del cubículo y se acercó al espejo, aparentemente sin sospechar nada. Terminé de escuchar el final de su conversación mientras se miraba al espejo, arreglándose el cabello.

— Asegúrate de no equivocarte otra vez. — dijo, su voz más firme que antes. — La próxima vez, no seré tan indulgente.

Finalmente, la llamada terminó. Pude escucharla guardar su teléfono y salir del baño, los tacones resonando en el suelo hasta que el eco se desvaneció.

La Musa de Venus | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora