Capitulo siete.

1K 114 16
                                    

Narración de Kara:

Cuando escuché esas palabras salir de su boca, todo mi mundo se derrumbó frente a mis ojos. ¿Ella lo hizo? No, no, no. La voz dentro de mi cabeza se negaba a creerlo, se negaba a aceptarlo. Lena era inocente, yo la conocía. Podía ser muchas cosas, pero una asesina, no.

Tomé su rostro entre mis manos y ella simplemente volvió a cambiar su mirada. Lena, mi esposa. No, no iba a permitir que pagara por algo que estaba segura que no había hecho. Las sirenas sonaron fuera, y ella salió. Me dejó en esa habitación, mientras bajaba las escaleras y se entregaba.

La casa se llenó de un silencio ensordecedor, solo interrumpido por el eco lejano de las sirenas. Me quedé allí, paralizada, con el eco de sus palabras resonando en mi cabeza. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había llegado mi dulce Lena a este punto de desesperación?

Recordé los días felices, los días en que su risa llenaba mi mundo, los días en que su amor era mi refugio. Pero esos días parecían tan lejanos ahora, tan irreales. Como si pertenecieran a otra vida, a otra Lena.

Me levanté y caminé hacia la ventana. Vi cómo se la llevaban, vi cómo mi mundo se desmoronaba. Pero no iba a quedarme de brazos cruzados. No, iba a luchar. Por ella, por nosotros. Porque sabía que Lena era inocente, y no iba a descansar hasta demostrarlo.

Horas atrás.

Elizabeth se encontraba sentada en su sillón favorito, mirando a través de la ventana. Estaba cansada, agotada de todo el sacrificio que su hija había hecho. Lena, su pequeña Lena, siempre tan fuerte, siempre tan dispuesta a darlo todo por los demás. Pero Elizabeth estaba harta, harta de ver cómo su hija se desgastaba, cómo se sacrificaba por aquellos que no la merecían.

Con una determinación fría, Elizabeth decidió que era hora de actuar. No iba a permitir que su hija siguiera sufriendo por aquellos que la habían traicionado. Lillian, Lex, incluso su propia hija Lutessa, todos ellos iban a pagar.

Elizabeth era una maestra en el arte de la manipulación. Sabía cómo usar la verdad para herir, cómo usar la crueldad para hacer que los demás se doblegaran a su voluntad. Y eso es exactamente lo que iba a hacer.

Primero fue Lillian. Elizabeth la confrontó con la verdad, con la realidad de su traición. Le recordó cómo había abandonado a Lena, cómo había preferido proteger a Lex en lugar de a la mujer que le salvan la vida a ella y su propio hijo. Lillian intentó defenderse, pero Elizabeth no le dio cuartel. La dejó con la amarga verdad de su traición.

Luego fue el turno de Lex. Elizabeth lo enfrentó con su propia crueldad, con su propia falta de consideración hacia Lena. Le mostró cómo su egoísmo había lastimado a su hermana, cómo su ambición había destruido su relación. Lex intentó justificarse, pero Elizabeth no le permitió escapar de la realidad de sus acciones.

Finalmente, Elizabeth se enfrentó a Lutessa. Le mostró cómo su indiferencia había lastimado a Lena, cómo su falta de empatía había contribuido a su sufrimiento. Lutessa intentó negarlo, pero Elizabeth no le permitió huir de la verdad.

Elizabeth se sentía agotada, pero también satisfecha. Había hecho lo que tenía que hacer. Había defendido a su hija, había hecho que aquellos que la habían traicionado pagaran. Y aunque sabía que el camino por delante sería difícil, también sabía que había hecho lo correcto. Porque Lena merecía justicia, y Elizabeth estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para asegurarse de que la obtuviera.

Oficina de Lena.

Oficina de Lena

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
~ Amante del enemigo. ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora