13 - En busca de algo real

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Capítulo 13

La noche después de que Akeno confesara su herencia a Yuuji, no soñó en absoluto.

La sonrisa jubilosa de oreja a oreja sugería que se había ido a dormir demasiado satisfecha, o quizá demasiado agotada para hacer otra cosa.

Probablemente un poco de ambas cosas.

Ella le había dicho quién era, precisamente el tipo de monstruo que siempre había sido, y él lo había aceptado.

La había aceptado.

La pequeña parte oscura de ella había querido ponerlo a prueba, probarlo para ver si realmente lo decía en serio, aunque, una parte mucho mayor de ella había estado firme en el conocimiento de que él también lo aceptaría.

Así que, al final, se había dejado llevar, completa y plenamente, quizá por primera vez. Le había demostrado lo mucho que había significado, hasta qué punto se había enamorado de él.

Luego le mostró lo depravadas y retorcidas que podían ser sus pasiones.

Él también lo había aceptado.

Entonces, se dio la vuelta y la superó.

El resultado final fue un santuario que parecía un par de huracanes habían ido a la guerra dentro de sus paredes.

No quedaba ni una sola puerta intacta, ni una sola pared sin abollar, y al menos una habitación sólo estaba cubierta en su mayor parte por el techo.

Ah, y el suelo de al menos un lugar había demostrado ser mucho más débil que los huesos de la cadera de Akeno, por lo que tenía una excusa diferente (mejor) para cualquier problema para caminar que pudiera tener por la mañana.

Había marcas de quemaduras que apestaban a ozono, había cuerdas y cadenas de color gris apagado y otras cosas tiradas aquí y allá, algunas aún húmedas, y para encontrar su ropa haría falta, como mínimo, un equipo de expedición.

El líquido que cubría la pared, el techo, el suelo y, bueno, la pareja de amantes, en su mayor parte, no era sangre.

Sí, sería correcto decir que la belleza de pelo negro, tendida en un montón enredado con su amante, había tenido una noche muy, muy buena.

Al final, apenas habían conseguido permanecer en el edificio cuando se desplomaron, una de las piernas de Yuuji y las dos de Akeno -ambas enroscadas alrededor de la de Yuuji- habían escapado de los confines de la sala de reuniones, ahora sin puertas, en la que estaban acurrucados para descansar en el porche.

Así que la felizmente agotada Akeno no soñó en absoluto.

Yuuji era harina de otro costal.

Normalmente, cuando aparecían extraños en sus sueños, nunca podía distinguir bien sus caras.

Esta noche no era diferente.

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