«Jamás imaginé que vendría por motivos personales a este lugar», pensaba Mía mientras abría la puerta de vidrio y se adentraba en una tienda con aroma fresco y abrumador cual jardín en primavera.
Las flores aguardaban sobre una serie de estantes aéreos instalados contra las paredes, cada especie separada por su propio recipiente. Si tuviera conexión alguna con la naturaleza, diría que esperaban ilusionadas la llegada de sus futuros receptores. La realidad era que su cerebro lógico solo percibía un negocio muy rentable si su dueña sabía sacarle provecho.
Las flores de Vero fue uno de sus proveedores de confianza cuando Mía se dedicaba a la organización de eventos. Sabía que vendían calidad y una amplia variedad de plantas.
La mejor parte era que la tienda se encontraba lejos de Dulce Casualidad y cada transacción con la dueña la había llevado a cabo Eira, así que Mía podría presentarse en absoluto anonimato, conservando su orgullo intacto.
Mientras Verónica, la dueña, atendía a otro cliente, la agente aprovechó de recorrer la floristería.
Había pasado una semana desde su regreso a Villamores. No hubo despedidas memorables en la Isla Delamorir. Después de todo, las familias Casares y Amade tenían una fiesta que celebrar en el hotel, a la que ambos agentes decidieron no asistir.
En su lugar, los dos optaron por compartir un último paseo a orillas del Mar Dytos. Esperaban que el calor secara sus ropas después de que Cassio los lanzara al agua...
—Te enseñaré a nadar apenas volvamos —prometió el joven con una sonrisa cálida, pasando un brazo por su cintura mientras caminaban—. También a tu hermano. Necesitarán esas habilidades de supervivencia básicas para cuando estalle el apocalipsis zombi.
—Hablando de Exe... Déjame darle la noticia primero —ordenó Mía, ansiosa al imaginar su propio discurso sobre haber iniciado una relación con el tipo que juró destruir.
—¿No confías en mi diplomacia?
—Solo conseguirás que él te dé un puñetazo.
—Es inevitable. Parte del ritual de aceptación masculino. No lo entenderías.
—Ya que hemos vuelto a la prehistoria, ¿debería ir preparando una gallina tuerta para ofrecer a tu madre a cambio de tu mano? —replicó ella con su voz irónica.
—¡Valgo más que una mísera gallina, mujer!
—Incluiré una cabra si prometes comportarte cuando hablemos con mi hermano.
—¿Acaso estás preocupada, Miamore? —Se inclinó hacia ella y descansó su cabeza contra la suya.
—Por supuesto. —Ella apoyó la palma contra la mejilla masculina, rozando el marco de sus gafas. Pensó que sería una lástima dañar este bello rostro—. No quisiera que Exequiel se lastimara los nudillos. Últimamente trabaja mucho con computadoras.
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Amantes del desencanto
Humor«Ella lidera una agencia de cupidos, él es jefe de una organización que rompe relaciones. ¿Quién caerá primero cuando deban intervenir en la misma boda mientras conviven bajo el mismo techo?» *** Dulce Casualidad es una casa de té que ayuda en secre...