Capítulo 3

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El sábado por la mañana una furgoneta devoraba la carretera principal de Villamores

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El sábado por la mañana una furgoneta devoraba la carretera principal de Villamores. Desde el asiento del conductor, Eira balbuceaba una vieja canción de señora dolida mientras Mía, sentada en el lugar del copiloto, revisaba su tablet.

Esta última estudiaba el informe que uno de sus agentes había redactado sobre su nueva misión. Lo normal era dedicar semanas a estudiar a los objetivos y trazar una estrategia a prueba de balas, infiltrar empleados en sus vidas y sutilmente mover los hilos para ayudarlos a encontrar el amor, ya fuera propio, fraternal o romántico.

Sin embargo, el tiempo apremiaba.

Todavía tenía fresca en su memoria la conversación con Francisco Casares, experto en organizar bodas memorables y ejemplo vivo de un matrimonio perfecto.

—Mi esposa exige el divorcio —había dejado caer esa bomba justo cuando el mesero trajo las teteras y tazas con postres—. Pronto lo hará público.

Mía guardó silencio mientras servía su propia taza, meditando esa declaración.

—¿Qué opina usted al respecto? —decidió recopilar más información antes de soltar su consejo.

Como agente del amor, tenía un lado brutalmente realista y práctico que se resumía en no luchar contra la corriente cuando uno de los dos expresaba su rechazo a la relación.

—Estoy de acuerdo... más o menos.

—¿Con eso se refiere a...?

—No es el momento.

Ella le dio un sorbo a su té y lo miró por encima de su taza.

—¿Por la boda de sus nietos?

—¡Exacto! Ellos nos ven como ejemplos a seguir. ¿Qué clase de desalmados seríamos si declaráramos nuestro divorcio durante sus nupcias?

«Sí, suena como una mancha imborrable en el día más especial en la vida de dos personas», pensó.

—¿Ella no puede esperar?

—¡Es muy terca! No me escucha. Habíamos planeado dos semanas de actividades entre ambas familias, juegos en la Isla Delamorir para construir el ambiente perfecto antes de la boda... y ahora ella está decidida a aprovechar la reunión para anunciar nuestra ruptura.

—¿Por qué no lo hizo antes?

El hombre se llevó una mano a la nuca, visiblemente incómodo.

—Para ser honesto, mi matrimonio lleva un año en la cuerda floja. Acordamos anunciar el divorcio hace tres meses, pero algo sucedió.

—¿Podría ser más específico?

—Reunimos a toda la familia un domingo. Planeamos contarles y pedirles respeto hacia nuestra decisión. —Movió su mano arrugada en el aire—. El ambiente era perfecto, la comida, el vino, las conversaciones...

Amantes del desencantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora