Después de un almuerzo tranquilo en un restaurante de mariscos y una parada en el supermercado, Mía decidió que era hora de regresar.
Encontró a Cassio nadando en los alrededores de la cabaña flotante. Este se acercó y descansó los brazos en el muelle.
—Me alegra que la cabaña no esté en llamas —suspiró Mía, aliviada, dejando la bolsa de tela ante la puerta.
—Fui un niño bueno —replicó él con una sonrisa traviesa. El agua goteaba de su cabello y se deslizaba por su cuello y hombros—. ¿Me trajiste un premio?
—Compré un montón de peras —lo provocó.
Él hizo una mueca.
—Tienes un don para recordar lo que odio.
Ella soltó una risita. Metió la mano en la primera bolsa y sacó una mandarina. Se la lanzó. Él la atrapó en el aire, la mitad inferior de su cuerpo todavía en el agua.
—¿Cómo puedes temerle al picante y amar los cítricos? —reflexionó ella.
—Reservo toda mi tolerancia al fuego para recibir tus llamas, mi bello dragón —murmuró mientras le quitaba la cáscara a la fruta y la dejaba sobre la madera.
Mía lo estudió un momento, los engranajes de su cerebro calculando cada paso de su plan. Se quitó sus sandalias y tomó asiento al borde del muelle. Sus pies conseguían sumergirse en el agua fresca, cristalina. Hizo su sombrero a un lado.
Ignoró la mirada de Cass recorriendo sus largas piernas. Casi podía leer su mente maquinando el modo de capturarla por los tobillos y arrastrarla a las profundidades.
—Ni se te ocurra.
—Estás demasiado cerca, Mía More —advirtió mientras se lanzaba el primer gajo de fruta a la boca y le ofrecía el segundo. Ella aceptó, rozando sus dedos con suavidad—. Y tienes esa falsa sonrisa de Yo no rompo un plato. ¿Qué estás tramando?
—Nada. —Ella tragó saliva, levantando la vista al cielo despejado, de un intenso turquesa con pinceladas níveas—. Solo quiero pasar un momento tranquilo con mi indeseado roomie, ¿no puedo?
—Un momento tranquilo, ¿eh?
—Hoy será un día caluroso —cambió de tema—. ¿Te pusiste protector solar?
—Siempre uso protección —ronroneó—. ¿Estás preocupada por mí?
—Vivo velando por tu bienestar.
«Es una pésima actriz», pensó Cassio, divertido. Nadó a su alrededor cual tiburón acorralando a su cena.
En un parpadeo, atrapó su pie más cercano. Ella soltó un jadeo e intentó huir lejos del agua pero él se posicionó adelante y la sujetó por ambos tobillos. Levantó la vista, encontrando esos ojos fríos, expectantes.
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Amantes del desencanto
فكاهة«Ella lidera una agencia de cupidos, él es jefe de una organización que rompe relaciones. ¿Quién caerá primero cuando deban intervenir en la misma boda mientras conviven bajo el mismo techo?» *** Dulce Casualidad es una casa de té que ayuda en secre...