6. MALOS ACTORES (1/??)

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'Te estás volviendo débil', se repite, y claro, está en lo correcto, el pensamiento de que el despreciable y pequeño gremlin racista que alberga como invitado en recuperación en su hogar piense de el como alguien piadoso lo está carcomiendo por dentro, la cago, la cago en grande, y no hay justificación, esto ya lo ha hecho varias veces, actuar, ¿Cuál es el problema ahora? Debería de ser el doble de cruel, el alemán es un completo hijo de puta, merece ser tratado como tal, pero se siente... Raro, incorrecto se atreve a decir.

Toma su chaqueta con cierto ímpetu cuando encuentra entre los bolsillos de esta una pequeña tarjeta de presentación, 'flores y olores, conoce tu futuro' sabe a quién le pertenece, y se molesta por la presencia de un aroma nauseabundo, colorido y bien prendido en sus recuerdos, deja sobre la mesa de la cocina la pequeña tarjeta de presentación y camina afuera, ya sabe a dónde ir, a visitar a su querido y viejo buen amigo. El espantoso adivino que tenía como compañero de cuarto en los ochenta, su penosa juventud.

Camina calle abajo, con las manos en los bolsillos, pantalón de pijama y pantuflas, ya perdió la vergüenza con todas las cagadas de su 'adolescencia' o recién creación como dice su mentor o padre, no sabe que es, no quiere averiguarlo.

Que será de el? Se pregunta, aquel imponente hombre que se había limitado a ser tan solo el perro faldero de aquellos de primer mundo, adora a ONU, no lo mal entiendan, pero... No lo respeta más, lo ve como un compinche a su nivel, o más miserable que él, suspira, cuando frente a el descubre el gran letrero con un inmenso, imponente ojo, siempre que viene le da un gran escalofrío. Empuja la puerta.

***

Dos lienzos, dos putos lienzos, golpea su cabeza contra el vidrio de la ventana en la gran, hermosa habitación de empleados, se siente asqueado, y eso está nublando su visión artística, por eso esta dibujando al maldito maricon que lo cuida como niño de kinder, susurra una profanidad, mirando hacia abajo, cuando encuentra el maldito lienzo con el rostro en tonos pasteles de aquel molesto hombre.

Cuando tocó su cara, cuando razuró su mandíbula, cuando lo abrazo para calmarlo como un bebé, fue la mierda más rara que a experimentado en su vida. Divisa a lo lejos la causa de su ira, queda desconcertado, está saliendo de casa, dejándolo solo y con pleno conocimiento de donde se encuentra la cuchilla de afeitar, un arma blanca, como puede ser este imbecil tan estúpido? Tal vez no sea lo más prudente, pero tiene curiosidad de si su estupidez llega al punto de dejar una salida viable a su disposición.

***

Sus pulmones se llenan de perfume caro, margaritas y tulipanes, cuando divisa tres colores que bien conoce, un azul cielo y un dulce rojo decorado con, que lo miran con atención, aquel barbado idiota.

- Francia -

Aquel hombre le da la bienvenida a su morada, inclinando la cabeza levemente desde el santuario de cojines y aromas, sus ojos están levemente caídos por los años, pero aquella emoción juvenil no desaparece, nunca desaparece.

- buen día, TN, se te extrañaba por estos lares - sigue siendo un desgraciado elegante, piensa, mientras camina a la disonante silla de madera frente al oasis de almohadas, esta tienda nunca le agrado.

- un gusto volver a verte - contesta, intentando sonar educado, - estos días han sido difíciles - el sueco asiente, ya lo sabe. El siempre lo sabe.

- escuché que cierta nación resucitó de entre los muertos - menciona, justo la razón de la disonancia de su querido amigo, saca un cigarrillo de los bolsillos de su bata de baño, nunca viste adecuadamente, aunque le incomoda la desnudez, aunque sea una toalla cubre su cuerpo siempre.

Enciende el cigarrillo, desgraciado, hasta sus malos hábitos apestan a elegancia y rosas.

Un humo blanco llena la habitación, y golpea levemente su rostro, no se inmuta, su rostro permanece fastidiado.

— debes mantener de correa a la pequeña bestia en tu casa, — susurra el francés, siempre odio sus advertencias ominosas y expresiones afeminadas — o terminarás muerto, buen amigo —

Casi se atraganta con su saliva al escuchar la última ominosa advertencia, un silencio sepulcral llena al olorosa tienda, se levanta con brusquedad y el ceño fruncido, nunca debe olvidar, regla número uno, no obedecer a tarjetas de presentación dejadas de forma espontánea en su ropa.

¡!Oh no¡! [Third Reich x Male Reader] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora