♡ : CAPÍTULO XXIX

175 15 0
                                    

La vida era un ciclo, un bucle infinito donde alguien muere y alguien nace, donde tú puedes estar sufriendo un desamor pero otro empezar a disfrutar del primer amor. Podías mirar las estrellas muriendo, cambiando de colores o dejando de brillar, pero tú nunca podías notarlo, tal y como no puedes hacerlo cuando una persona a unas casa podía estar muriendo y tu estaba siguiendo con tu vida, con una gran sonrisa mientras hablabas con tus amigos, mientras bailabas en una fiesta o también llorabas por la muerte de un amado familiar.

La vida era complicada, te ponía obstáculos para probarte que eres capaz, o probarte que no lo eres y hacerte caer, volviéndote una persona fuerte y con ganas de luchar.

Se suponía que la vida estaba hecha con aquella formula repetitiva que todos amaban, aquella en la que naces, creces, vas a la escuela y le dedicas años de tu vida, donde te enamoras y gradúas, trabajas y te casas teniendo como resultado descendencia con un par de hermosos hijos que te verán morir y ellos seguirán tu legado, pasando por aquel proceso hasta que tengan hijos y continúen como un bucle que nunca llegaría a su fin.

Pero sí, Jeongin había sabido desde aquel día en que supo que le gustaban los chicos que él no sería parte de aquel bucle infinito.

Lo supo cuando su maestra de biología le dijo que para poder hacer un hermoso bebé tenían que estar presentes una mujer y un hombre, amándose y reproduciéndose con una idea en la cabeza, realizar su propio legado.

Y también lo supo cuando él fue un día a la iglesia y en su primera confesión le dijo al padre que le gustaban los niños y no las niñas como a los demás, y el hombre de mayor dad le había dicho que rezar y decir tres ave marías no eran suficientes para aquel nivel de pecado que estaba cometiendo.

Tan solo era un pequeño niño de doce años y no entendía por qué tenía que ser parte de la mayoría, por qué tenía que casarse con una mujer, pero sobre todo, por qué tenía que tener un legado como todos si Jeongin solo quería ser feliz.

Entonces un día cuando tenía catorce años decidió decirle a su madre que él era distinto, "Mamá no me gustan las mujeres" le había dicho mientras su madre cocinaba un gran pastel para el cumpleaños de su hermano pequeño.

Ella no lo había juzgado, al contrario, ella lo había abrazado y le había dicho que estaba bien, que no tenía que llorar. Y por primera vez, Yang Jeongin se había sentido completo, había sentido que no importaba no ser parte de aquel bucle infinito, qué no importaba nada mas que su felicidad y la de su familia, las únicas personas que lo amaban y respetaban ante todo y hasta que la muerte los separase.

Jeongin había pensado que no necesitaba nada más para ser feliz. ¿Por qué si ya tenía todo lo que quería? Tenía a una madre que lo amaba y a un hermano menor que siempre lo había apoyado en las buenas y en las malas, no tenía amigos pero se tenía a sí mismo, seguro, amable, respetuoso y sobre todo inteligente, con ganas de ser una gran persona en la vida y de poder darle la merecida vida que su madre y Jungwon debían tener.

Se suponía que estaba completo, que no necesitaba a nada ni nadie más. O eso había creído hasta que había visto a aquel hombre sentado en la barra de aquel burdel, aburrido, con su barbilla apoyada en la palma de su mano y observando a los alrededores en busca de un consuelo a su soledad.

Jeongin pudo verlo desde la primera vez que habían cruzado palabras, aquel negro apagado de sus ojos, el vacío de su corazón y la necesidad de encontrar a alguien que los salvara de su miseria.

El amor era inesperado, a veces llegaba de formas agraciadas y otras en formas de desgracia, a veces decías ser innecesario pero entonces un día te encontrabas a ti mismo con una persona que te dedicaba todas sus sonrisas, canciones y promesas de amor infinitas.

Bonsoir Monseur ❁ HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora