IV

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El silencio reinaba de una forma en la que podía sentirse y hacerse pasar como si toda la gente del mundo hubiese desaparecido, a penas se lograba escuchar la brisa moviendo las ramas de los árboles o el ligero rasguñar de las patas de los perros en la calle, era un silencio tenue y dulce o al menos eso era lo que parecía ser.

En un lugar remoto, Harry se encontraba inmovilizado sobre la suavidad de una cama que no era la suya, sus manos estaban atadas a la parte delantera de la cama y sus pies en la parte inferior, no podía ver por la venda que cubría sus ojos y lo único que se escuchaba era su respiración ansiosa mientras intentaba zafarse del agarre que lo inmovilizaba.

—¿Cómo lograste pasar tantos años ocultando esta parte de ti?

En la oscuridad salía una voz gruesa y penetrable que Harry reconocía a la perfección, el simple hecho de escucharla le erizaba la piel y se sentía ansioso por no poder verlo, por no poder detallar el siguiente movimiento que ni siquiera pudo preveer porque un azote en seco se instó sobre uno de sus muslos haciéndole estremecer y soltar un jadeo. Su cuerpo ya estaba bañado en sudor y su mente desconectada que terminó por divagar cuando un golpe en seco se plasmó sobre su mentón haciéndole gemir ronco y sentir su cuerpo vibrar de todas las maneras posibles.

—¡Harry! ¿Estás bien?

De golpe y como balde de agua fría Harry abrió sus ojos completamente alarmado, sentándose de golpe en la cama con el cuerpo entero en sudor, sus manos pálidas del agarre fuerte entre las sábanas y el palpitar en sus piernas, el desconcierto le tomó por sorpresa cuando notó que había sido un sueño, un maldito y sucio sueño, y la situación fue peor al notar que a su lado estaba Ginny con un rostro afligido intentando tener la atención de su esposo.

—¿Qué pasa? ¿Son pesadillas otra vez? ¿Quieres que vaya a buscarte algo? Tal vez una ducha te sirva, ven.

—¡No!

En ese momento Ginny intentó sacarlo de las sábanas pero Harry respondió antes manteniéndose oculto entre ellas, puede que Ginny no lo viera pero su miembro estaba totalmente erecto bajo su pijama y latía de una forma que le incomodaba, no iba en definitiva a ponerse de pie en aquel momento y no iba a poder explicar aquello.

—Voy en un rato, ¿si? Me siento un poco mareado, ¿por qué no vas con los niños para que así no se preocupen? —Harry intentó ser suave y al parecer había funcionado pues Ginny asintió comprensiva y se fue de ahí, dejándolo completamente exhorto.

No podía creer lo que había pasado y se sentía como un maldito bucle que repetía, en sexto año había soñado con Malfoy luego de sus encuentros en la sala de castigos y ahora, luego de aquella noche en el callejón, Harry volvía a tener un sueño parecido, sentía que estaba perdiendo la cabeza y se estaba desesperando, y ni hablar de la enorme culpa que crecía en la boca de su estómago por ser un hombre casado y tener ese nivel de sueños.

Los días pasaron y lo que había sido de un Harry tranquilo y hundido en su monotonía dejó de existir, ya ni siquiera pasaba tiempo en casa, simplemente jugaba y conversaba con los niños pero ignoraba y pasaba de largo a Ginny por la culpa que lo ahogaba y era peor tener que encarar a Malfoy todos los días, cada semana, si existía algo en Harry en ese momento era locura misma, no sabía como retener o procesar lo que sucedía y su frustración creció hasta el extremo de ser capaz de fumarse hasta dos cajas de cigarro diarias con tal de mantener sus manos ocupadas y su ansiedad al margen, ya se habían cumplido dos semanas desde que había iniciado esa misión de cuidar a los Malfoy y fueron dos semanas donde Harry ni siquiera existió dentro de su matrimonio.

Se sentía mal, realmente estaba mal la posición en la que se encontraba y no podía dejar de sentir que iba a quemarse en el infierno por lo que en el fondo estaba deseando, ya ni siquiera tocaba a Ginny como lo hacía antes, ni siquiera sentía algún tipo de deseo por ella como antes o ese pequeño amor juvenil que existía cuando decidieron casarse y era evidente que no era el único que lo notaba y fue justo un día en el que ella pareció no soportarlo más.

El amo y el siervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora