XI

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Habían pasado alrededor de tres semanas enteras desde la última vez en la que Draco y Harry se habían visto y hablado, para Harry, quién conforme los días pasaban tenía más claro y reluciente las emociones que sentía por el rubio, era simplemente peor. Había intentado comunicarse con él, le había enviado un sinfín de cartas, preguntó con otros aurores pero nunca tuvo respuesta de ninguno de los dos, ni de Draco ni de Scorpius y era algo que lo asfixiaba y reprimia sus pulmones de una manera que amenazaba con dejarlo sin aire, la ansiedad en su vida había crecido y ni hablar del insomnio latente, ya directamente se fumaba una cajetilla diaria de cigarros sin comer ni beber nada pero no era como si quisiera hacer algo más, la descomposición que sentía en el pecho era algo que no había sentido antes y no estaba familiarizado con el ligero mal sabor de boca y el dolor del desamor.

El problema erradicada en que, Harry buscaba hacer todo lo posible, mantenerse el mayor tiempo ocupado para que sus pensamientos no lo atormentaran y eso quería decir que más veces de las que pudiesen contar, Harry se ponía en riesgo en las misiones sólo para ser él quien mantenga su neuronas enfocadas en hechizo tras hechizo y eso lo notaba todo el escuadrón de aurores pero no era algo que le importara, sólo quería cansarse lo más que pudiese para que llegada la noche, fuese tanto el cansancio que no pudiese pensar en nada más.

Kingsley había hablado con él en más de una ocasión pidiéndole que se tomara unos días pero Harry se negaba de sobremanera, no podía negar que la falta de comer y el exceso de su cuerpo al llegar a los extremos le estaba comenzando a pasar factura, ni siquiera sabía cómo se encontraba su cuerpo físicamente pues hace años había dejado de verse frente al espejo o interesarse en su propio estado integral.

La puerta de la oficina de Harry sonó, haciendo que este salga de su ensimismamiento y así suelte un "Pase" y fue Hermione quién entró, manteniendo sobre sus manos un envase que Harry suponía tendría comida.

—Te traje algo. —Soltó cálida la contraria para dejar el envase sobre su escritorio.

Harry simplemente asintió en agradecimiento. — Gracias, Herm, lo comeré.

Los minutos pasaron y Harry se sintió contrariado al ver todavía a su amiga sentada allí al frente de él, normalmente le dejaba la comida y se iba lo que en el fondo Harry siempre terminaba sintiéndose mal porque sabía que no se lo comería, ni siquiera sabía qué era lo que le traía.

—¿Necesitas algo? —Dijo el moreno de manera cálida sin querer hacerla sentir que la estaba corriendo.

—Sí, bueno, dijiste que lo comerías.

—Lo haré, lo prometo. —Inquirió él subiendo su mirada ahora para mirar los orbes de su amiga.

—Me quedaré hasta que comas. —La mirada de Hermione era intensa y mantenía su palabra en cada brillo de sus pupilas.

—Comeré en serio, Herm, no tienes que preocuparte.

—Lo sé y yo ya terminé mi ronda así que puedo esperar tranquilamente.

Harry sabía que una vez que algo se le metía en la mente a Hermione, no había nada ni nadie que la sacara de conseguirlo, con un suspiro pesado decidió tomar finalmente el envase y abrirlo, el contenido, no pudo negar, le hizo sentir su boca hacerse agua por unos segundos extrañando el sabor de los alimentos, constaba de un pollo asado que emanaba un olor exquisito acompañado de un pure de papas y una ensalada, la favorita de Harry. Finalmente tomó el cubierto y lo llevó hacia la comida para tomar un pequeño pedazo de pollo, llevarlo a su boca y enseñarle a la contraria que estaba acatando.

Hermione sonrió satisfecha cuando empezó a verlo comer pero la sonrisa le duró poco y fue cuando su semblante decayó.

—Harry... ¿Qué te pasa?

El amo y el siervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora