En lo más alto del gran cielo se encontraba el arcángel supremo Aziraphale, quien al descubrir una conversación que se suponía no debía escuchar, hace todo lo posible para lograr que los deseos malintencionados de la conversación no se cumplan. ¿Po...
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Sabemos que dos personas más exactamente un ángel y un demonio han estado en los acontecimientos más importantes de la humanidad.
Cómo si fuera una costumbre, ellos están presentes en cada problema que ocurre en la tierra. Ya sea involucrados o siendo simplemente espectadores aunque en la mayoría de veces es estar en el lugar de los hechos y estar implicados en el problema.
Por eso Aziraphale se encontraba en el pajar donde Jesús nacía. Estaba en una esquina mirando al pequeño mientras acariciaba el suave pelaje de una oveja.
El lugar estaba lleno de pobladores que miraban emocionados al recién nacido. Aziraphale trataba de no llamar la atención pero su ropa exageradamente blanca no le ayudaba.
Sin previo aviso a lo lejos observaron tres camellos, sobre estos animales estaban tres hombres cada uno con un pequeño cofre.
Se acercaron al pajar y bajaron de los camellos. El ojiazul abrió los ojos tan grandes como un plato sorprendido porque uno de los tres hombres tenía un característico cabello pelirrojo que el conocía. Era ni más ni menos que el demonio Crowley.
Llevaba un hermoso traje color negro con bordados dorados y blancos. Un raro sombrero estaba postrado en su cabeza y en sus manos llevaba un cofre lleno de monedas de oro puro.
El pelirrojo reconoció al ángel de inmediato. Lo saludo con un suave movimiento de mano y soltó una sonrisa de oreja a oreja.
Aziraphale lo saludo con nervios y con una de esas sonrisas tiernas que el rubio tenía.
Crowley llevaba su cabello corto, no llegaba más allá de sus hombros. Tenía sus reconocidos rulos y parecía que la luz de la luna lo hacía ver más brillante.
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Ese fue uno de los tantos momentos en qué Aziraphale y Crowley se encontraron por pura coincidencia pero aunque fuera por accidente les encantaba verse.
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Volvemos al presente:
Apenas Miguel distinguió el libro saco la cámara que llevaba en su bolsillo para poder tomar su evidencia. Cuando logró tomar la foto, la luz de la cámara llamo la atención de todos los presentes en la librería.
