Capítulo 17

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Spreen hizo una mueca y miró alrededor de la recepción del hospital. Roier se acercó lo suficiente para verlo estremecerse.

—¿Qué? —preguntó Roier.

—Odio el olor de estos lugares.

—¿Cuál, el olor a limpieza?

Spreen sonrió y luego negó con la cabeza. Roier le sonrió a la enfermera Ari, pero él no recibió ninguna sonrisa a cambio. Su mirada estaba fija en Spreen, pero en lugar de la expresión de disgusto, le dio a su cuerpo una mirada apreciativa, luego se dio la vuelta y se pavoneó por el pasillo.

Spreen se tambaleó y Roier se quedó boquiabierto.

—¿Qué pasa?

—Estoy mareado.

Ari corrió hacia Spreen y lo ayudó a ponerse de pie. —Hagan espacio.

—Estoy bien —dijo Spreen, en voz baja—. Los hospitales me traen malos recuerdos.

—Es la primera vez que lo mencionas —murmuró Roier.

—Nunca preguntaste.

Ari chasqueó la lengua dramáticamente y ayudó a Spreen por el pasillo.

—Te pareces a Spreen Buhajeruk.

Spreen sonrió mostrando los dientes. —El único.

Roier puso los ojos en blanco. —Por el amor de Dios.

—Tranquilo, tigre, no hay necesidad de estar celoso, o tal vez sí...

Ari soltó una risita y llevó a Spreen a la sala de resonancia magnética.

No le sostuvo la puerta a Roier. Dejó que se le cerrara en la cara, y él maldijo y la abrió de un empujón.

—Aquí está el último participante —anunció.

El doctor Vegetta echó hacia atrás su portapapeles, miró hacia abajo y tarareó. —Spreen Buhajeruk.

—Ese soy yo —suspiró Spreen.

—Átalo.

Spreen frunció el ceño y miró alrededor de la habitación. —¿Por qué tengo que estar atado?

—Para mantenerte quieto —murmuró el doctor sin hacer contacto visual.

—Yo estaba pensando que era para evitar que nos enloqueciéramos y atacáramos a todos.

Roier condujo a Spreen hacia la cama y apoyó su mano encima.—Arriba, súbete.

Spreen se deslizó en la cama y se acostó. —¿Quién va a atarme?

—Yo —dijo Ari.

—Bien —dijo Spreen—. Tengo que admitir que no soy fanático de los espacios pequeños. Soy realmente claustrofóbico.

—Nunca lo dijiste —murmuró Roier.

Spreen no lo miró, sino que habló con Ari. —Él nunca preguntó.

—Si realmente estás nervioso, podemos darte un sedante.

—Eso suena perfecto, pero podría afectar los resultados. No quiero estropear el estudio.

Ari chasqueó la lengua con dureza. —No eres un número. Eres una persona, y le ofreceremos un sedante a cualquiera que esté nervioso por la resonancia magnética. Estás en tu derecho.

—Gracias, Ari. Es una pena que no haya más gente como tú.

Roier se mordió un lado de la mejilla y retrocedió. Observó cómo Ari y Spreen susurraban de un lado a otro. Luego ella soltó una risita y Roier apretó los dientes. Le tomó un siglo ponerle los cinturones a Spreen, y sus manos se demoraron en su pecho. Otra enfermera le arrojó a Ari una caja depastillas y ella se apresuró a abrir la tapa. Spreen agarró las pastillas, golpeándolas y estas se derramaron por todas partes.

PSICOPATA  [SPROIER] {ADAPTACION}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora