En su búsqueda por probar su inocencia, se ve inesperadamente entrelazada con dos personas que nunca habría imaginado. Neuvillette y Wriothesley emergen como figuras cruciales en este dilema abrumador. ¿Podrá encontrar la salida a esta encrucijada...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
(__) yacía recostada en su habitación, observando cómo Neuvillette vigilaba su estado de salud desde la pared. Su mejoría era apenas perceptible; cualquier intento de levantarse de la cama resultaba en mareos y náuseas, casi inevitables.
—Hoy parece que nos espera un día sombrío, como si el dragón del agua estuviera llorando lágrimas tormentosas —susurró (__), al escuchar el estruendo de la tormenta que rugía afuera.
—No parece una tormenta común —observó Neuvillette, con una mano acariciando su barbilla en un gesto pensativo. El sonido era distinto, al igual que la atmósfera que se había generado.
—Sería prudente revisar. No sería conveniente que el agua se filtrara por las puertas o ventanas —sugirió (__), intentando levantarse con precaución. A pesar de sentir cómo su cabeza daba vueltas al hacerlo, ansiaba ser útil.
—No es necesario que te levantes, señorita (__) —dijo Neuvillette, con tono suave, observando cómo (__) se aferraba levemente a la pared para mantenerse en pie.
—Está bien. También necesito salir de la cama para despabilarme —respondió (__), negando rápidamente las palabras del mayor, mientras comenzaba a dirigirse hacia la planta baja—. Me aseguraré de que las ventanas estén bien selladas; usted asegúrese de que la puerta principal esté sellada correctamente.
Neuvillette suspiró levemente y siguió a (__), descendiendo a la planta baja. Observaron cómo un olor metálico empezaba a impregnar el lugar. (__), con los ojos bien abiertos, vio cómo un líquido carmesí se filtraba por el marco de la puerta y las ventanas.
El albino mostró gran alarma ante aquella visión. Abrió rápidamente la puerta para contemplar cómo el cielo se veía de manera inusual, tal y como había visto antes de ser arrestada (__).
Mientras tanto, (__) comenzaba a vaciar su estómago, incapaz de contener la repugnancia. Sin embargo, Neuvillette estaba paralizado al observar cómo grandes trozos de carne humana caían por todas partes.
Su rostro y sus ropas se habían salpicado con aquel líquido vital. En ese momento, su mente se fragmentaba. (__) siempre había dicho la verdad, en el fondo lo sabía, pero se negaba a creerlo.
Después de unos segundos, todo se había calmado, y una paz pareció gobernar el lugar. Sin embargo, unas risas siniestras capturaron su atención. Observó cómo dos magos del abismo se dirigían hacia ellos para atacar. Rápidamente logró esquivarlos y hacerles frente. (__), acercándose mientras estaba por acabar con ellos, negó la posibilidad de eliminar a las criaturas.
—No hay lugar donde esconderse. ¿Quién los envió aquí? Ustedes nunca actúan sin un plan previo —mencionó mientras tomaba a la criatura por su máscara. Su determinación por obtener respuestas superaba su malestar físico. Sabía que enfrentarse a una criatura de esa calaña sin una visión era arriesgado, pero tenía a Neuvillette de su lado. Estaba segura.
El mago del abismo se negaba a hablar. (__), suspirando rápidamente, recordó algunos hechizos que la Signora le había enseñado, asegurándole que serían útiles en el futuro. Puso en práctica estos hechizos, haciendo que el mago del abismo chillara de dolor.
—Bien, ¿ahora piensas hablar? O podemos discutir sobre quemarte vivo, junto con tu compañero, hasta que no queden ni cenizas —se burló.
—Este es solo el comienzo, señorita (__). Mantén tus ojos abiertos y tus oídos atentos; Khaenri'ah resurgirá entre los escombros —exclamó con diversión mientras (__), chasqueando sus dedos, hacía que sucumbiera ante las llamas.
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó con molestia, pues nunca había interactuado de esa manera con la Orden del Abismo para que conocieran su identidad.
—Es fácil saberlo cuando tu familia fue una de las principales responsables del cataclismo hace quinientos años. Deberías tener cuidado con tus acciones; la Orden del Abismo no es la única que tiene sus ojos puestos en ti. Es una lástima que no te hayas dado cuenta hasta ahora. Deberías proteger a tus hijos de la maldición, no vaya a ser que se conviertan en monstruos del abismo al ser impuros —continuó el mago del abismo, jugueteando, mientras observaba cómo el rostro de (__), mostraba perplejidad absoluta.
—Parece que no fui lo suficientemente clara contigo. ¿Quién te envió? —inquirió con evidente molestia en su voz. El mago del abismo se mantuvo en silencio, renuente a revelar más información. Ante la falta de cooperación, (__), sin otra alternativa, recurrió a la piromancia para neutralizar a los dos monstruos. Mientras tanto, Neuvillette, el juez, observaba la situación con detenimiento, consciente de que la Orden del Abismo se estaba moviendo nuevamente.
—¿De dónde aprendiste piromancia? —preguntó. (__), encogiéndose de hombros con serenidad, respondió:
—La Signora me instruyó, solo lo necesario para mi defensa. Me advirtió que algún día podría necesitarlo contra mi esposo —suspiró levemente mientras examinaba las palmas de sus manos, consciente de las repercusiones de usar esa magia.
Incluso los malestares estomacales y los mareos que la aquejaban palidecían frente al dolor que sentía en sus manos. La adrenalina de enfrentarse a los magos del abismo ya había desaparecido por completo.
—Parece que tienes mucho que ocultar, señorita (__). Deberías considerar ser más transparente. Recuerda que tu vida está en mis manos —le recordó Neuvillette, enfatizando la importancia de la honestidad en esa situación.
—No hay mucho más que decir, señor Neuvillette. No llegué a conocer a mis padres; la sota anterior sí tuvo esa oportunidad. Solo sé que de alguna manera lograron eludir la maldición de la inmortalidad. Más allá de los diarios que dejaron, no tengo más información. Desconozco cuánto tiempo viviré, o si mis hijos correrán el riesgo de convertirse en criaturas del abismo. Lo único que deseo es vivir con dignidad y plenitud junto a las personas que amo —afirmó con determinación, consciente de que sobreanalizar la situación solo traería más complicaciones.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.