Lukas: 29 de septiembre de 2003

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Los datos de esa investigación no eran muy claros. Muchas cosas no tenían sentido y había tantos espacios en blanco que ni siquiera estaba seguro de poder entender lo que ocurría. Si tan solo Yvonne dejara de esconder tanta información... ¡Agh! En serio era imposible leer todos esos archivos sin tener ningún tipo de pista.

—¿Lukas? —me llamó mamá desde la puerta de entrada. No haber contestado hizo que volviera a alzar la voz—: ¿Lukas?

—Te escucho —me resigné a decir.

—Vamos, al menos tienes que mirarme a los ojos cuando te hablo, corazón. Estoy cansada de repetírtelo. —Levanté la vista tal y como ella me lo pidió, aunque observarla de frente también bastó para que se diera cuenta de una cosa—. No dormiste anoche, ¿cierto? —suspiró—. ¿Cuántas veces tengo que reprenderte para que lo entiendas, eh?

—Tenía que hacer algo muy importante —me excusé.

—No más desvelos, ¿me oyes?

—Pero con todas las tareas del colegio, no me alcanza para...

—Bertha vendrá esta tarde —interrumpió de pronto, olvidando el tema anterior con demasiada facilidad—. Necesito que le dediques tiempo a Emma mientras su madre prepara la cena. —Y, tras eso último, no fue muy difícil entender el porqué.

—¿Es una broma o estás hablando en serio? —inquirí al momento.

—Mira mi cara, Lukas. —Se señaló el rostro—. Sin sonrisa ni líneas de expresión en los ojos. Significa que estoy hablando completamente en serio.

Y yo hablaba completamente en serio cuando decía que no quería pasar tiempo con Emma. No sucedería. No. Bajo ninguna circunstancia.

—Ni estando loco lo haría. —Negué con la cabeza y aparté la vista.

—¿Disculpa?

—Sabes que no me gusta estar con ella —repuse—, la última vez estuvo siguiéndome por toda la casa, ¡durante casi dos horas enteras!

—No importa lo que haya pasado antes, ¿de acuerdo? Necesito que Bertha pueda trabajar con toda tranquilidad en la cocina.

—Pues, entonces, dile que deje a su hija en casa —sugerí.

—No va a dejarla sola y lo sabes, así que sé un buen chico y échame la mano con esto, ¿sí?

¿Que le eche la mano con eso? ¿Qué demonios tenía que ver el tema con algo tan insignificante como una mano?

—¿Cómo? —pregunté—. ¿Quieres que te empuje con la mano o qué?

La vi entornar los ojos y apretar la boca, igual que si estuviera tratando de contener la risa.

—Me refiero a que necesito que me ayudes —aclaró segundos más tarde.

—¿Una mano tiene el mismo significado que una petición de auxilio? —dudé.

—En muchas ocasiones, sí.

—Pero Yvonne va a venir hoy —me apresuré a justificar—, ni siquiera tendré tiempo para estar con Emma.

—Puedes estar con las dos, ¿vale?

—Podría... —lo pensé por un momento—, pero eso sería un gran desastre.

—¿Perdona? —Se cruzó de brazos, obligándome a repetir lo que, con probabilidad, sí había escuchado—. No creo haberte oído correctamente.

—Dije que sería un gran desastre —enfaticé para ella—. Si yo fuera tú, consideraría las posibles implicaciones sociales que podrían surgir de una situación con aspectos emocionales involucrados.

Mi secreto es inhumanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora