Capítulo 2: 7 de agosto de 2003

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Dicen que la muerte es la única noticia inesperada que se tiene que aprender a superar. Considerarse débil, incapaz de pronunciar palabra, aturdida por un vacío en el estómago y consumida por el terrible deseo de querer atrasar el tiempo. Sin olvidar esa constante voz en la cabeza, un desesperado grito que te recuerda que jamás lo volverás a ver. Así era como yo me sentía.

¿Cuáles fueron sus últimas palabras? Ni idea, pero lo vi entrar a su despacho antes de irme a la cama. Lo siguiente fue un estruendoso ruido acompañado por múltiples voces: podía escuchar que mamá lloraba, aunque no tuve el valor suficiente para siquiera atreverme a salir de mi habitación. Me quedé allí, estupefacta, con el miedo horrorizándome por dentro y la incertidumbre de no saber lo que ocurría.

Minutos más tarde comprendí que se trataba de papá... Mi papá.

"Oye, Yvonne, ¿sabes cuál es la mejor forma de lidiar con los momentos de angustia?

Negué con frustración y recosté la cabeza sobre la superficie de la mesa. Estaba enojada porque Charlie no respondía a ninguna de mis cartas, aun cuando había prometido que haría todo lo posible por escribir de vuelta.

—Mantener una conversación cariñosa con uno mismo —continuó hablando papá—. Tienes que pensar que todo estará bien, incluso cuando sepas que no lo estará.

—Eso no tiene sentido —lo contradije enseguida.

—A veces, cariño, hablarse con compasión es lo que mejor suele funcionar. No tienes idea del increíble poder que tienen las palabras cuando las pronuncias para ti mismo.

Me dedicó una mirada expectante cuya serenidad terminó siendo lo suficientemente juiciosa para convencerme de bajar la cabeza. Estaba avergonzada porque sabía que él tenía la razón. Siempre la tenía.

—Charles tiene otros asuntos más urgentes que resolver —trató de hacerme entender—. Faltan solo unos días para que nazca su hermanita, ¿recuerdas? Algo tan importante como eso requiere de su total atención.

—¿Qué tal si él está tan ocupado que mis cartas solo hacen que piense que soy un fastidio? —dudé con una creciente sensación de ansiedad.

—¿No escuchaste nada de lo que acabo de decir? —protestó.

—Sí, pero...

—No seas tan dura contigo y cambia las palabras, ¿de acuerdo?

Lancé al aire un suspiro de resignación.

—De acuerdo. —'Pensar que todo estaba bien' era lo que papá había dicho que hiciera, ¿no?—. Entonces digamos que... tiene muy poco tiempo libre y no ha encontrado el momento adecuado para responder a mis cartas —sentencié—. Punto.

Papá me miró con una sonrisa.

—Allí lo tienes —expresó mientras se encogía de hombros—. Las cosas son más sencillas cuando somos amables con nosotros mismos."

Me apresuré a cerrar la puerta antes de dejarme caer sobre la alfombra de la habitación, abrazándome con fuerza a mis rodillas en un intento de convencerme de que aquel montón de gritos no se trataban de algo más que de una simple pesadilla.

«Piensa que todo estará bien, piensa que todo estará bien, piensa que todo estará bien»

—¡Llama a una ambulancia, Wil!

Tuve que cubrirme los oídos, en especial cuando la desesperada voz de mamá hizo que un montón de escalofríos me recorrieran el cuerpo sin control.

«Piensa que todo estará bien»

—Incluso cuando sepas que no lo estará —me repetí, aún siendo consciente de que las lágrimas que tanto me había obligado a contener ya comenzaban a resbalar por mis mejillas.

Mi secreto es inhumanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora