PRÓLOGO 2

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TAYLOR

Que Galitzine era un capullo de mucho cuidado no era un secreto para absolutamente nadie. Y que se creía el dueño de todo aquello, tampoco.

Por mucho que aquel egocéntrico británico de poca monta se pensara que todo giraba en torno a él, yo no había llegado a esta universidad por amor al arte. De hecho, odiaba Reino Unido, su puto clima, la lluvia y él, y la madre que parió al Big Ben. Tras el divorcio de mis padres, me había visto casi de un día para otro metido en un avión y volando hacia esta universidad de pacotilla sólo porque mi madre había pedido el traslado en el trabajo.

Mandaba cojones; te equivocas en escoger a la persona con la que pensabas que envejecerías toda tu vida y al final el que se come la mierda de tus decisiones es tu hijo. Claro que si.

Mi padre se había quedado en California pero había que ser muy cruel para quedarme con él después de haber engañado a mamá como lo hizo. Y yo no lo era. Podía ser muchas cosas, pero no cruel.

Excepto con Galitzine. Con él me salía ser el mayor hijo de puta del universo y lo mejor, es que ni siquiera me tenía que esforzar demasiado porque era algo que me nacía natural. Y no porque yo le hubiese tomado ese odio sin siquiera conocerlo, sino porque el que me lo había hecho pasar putas durante el último año había sido él. Había soportado sus burlas por mi acento, por mi apellido y hasta por mi ropa. 

Pero a pesar de eso... nada superará el día que lo dejé callado en la prueba para el equipo de fútbol.

Dios, casi me corro del gusto cuando di lo mejor de mí y el entrenador casi se arrodilla a mis pies. Tendría que haberle hecho una foto a ese momento y haberlo enmarcado en la mesita de noche de mi habitación, joder.

Después de eso, las putadas llegaron casi a diario. Un batido de fresa que se cae accidentalmente por mi cabeza cuando pasa por mi lado en la cafetería del campus. O el día que se me derramó, también accidentalmente, una botella entera de lejía por toda su ropa en el vestuario después de un largo día de entrenamiento.

Pero en el campo de fútbol, ese tío era imparable. Una puta estela imposible de seguir. Qué sprint, qué regateo, qué manera de esquivar y escaquearse... Ver sus jugadas era quedarme embobado frente a la pantalla del ordenador durante horas. Tenía una técnica envidiable y lo peor era su naturalidad, ni siquiera lo pensaba, simplemente le salía... y eso no se puede copiar. Por eso le pedí al entrenador que lo colocase en mi banda; porque sabía que juntos seríamos la puta ostia. Y vaya si lo somos. No hay quien se atreva. 

Obviamente esto último estaba en mi lista mental de cosas que nunca, jamás le diría a ese capullo. Eso, y la gran admiración que sentía por su juego. Antes me corto la lengua que admitirlo delante suya.

Pero a pesar de que lo admiraba en silencio por su talento innato, eso no quitaba que yo también mereciera ser capitán. Joder, el equipo no ha ido tan bien en toda su historia como desde que yo soy parte de la ofensiva. Hemos batido récords, no hay universidad que se nos resista y de momento, soy el mayor goleador no sólo de la liga universitaria, sino de todas las interligas.

Así que cuando Galitzine se lesionó y el entrenador me dio su brazalete, lo tuve claro; pelearía por él con uñas y dientes. Solo que no esperaba que fuese algo llevado a lo literal cuando el muy capullo me estampó su puño en mi nariz cuando le dije que no se lo devolvería.

¿Todo lo demás después de eso? Historia.

Lo único que sé es que ahora estoy aquí, viviendo con un descerebrado con claros problemas de bipolaridad y agresividad y que por su culpa, me queda pasar el año más largo y agónico de mi vida.

ONLY RIVALS // TAYNICK // TAYLOR ZAKHAR Y NICK GALITZINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora