ONLY RIVALS // TAYNICK // TAYLOR ZAKHAR Y NICK GALITZINE

29 - Sólo rivales

NICK

Nos diferencia un solo punto del segundo en la clasificación de la liga por culpa de los partidos que perdimos, así que en este partido nos la jugamos y no tenemos margen de error. Si perdemos, perdemos el primer puesto. Tenemos que ganar y es lo que vamos a hacer. Aunque me deje el alma en el intento porque además hoy no es un día cualquiera, no solamente es la final de liga. Hoy están los ojeadores y sus propuestas en firme encima de la mesa y de hoy depende nuestro futuro.

Las gradas están llenas; mi madre y mi hermana han venido a apoyarme aunque sé que en silencio, también lo harán con Taylor. Ellas saben que lo mantenemos en secreto y confío plenamente en que no dirán nada; pero también sé que lo adoran.

También he visto al fondo al hermano gilipollas de Taylor y a la hermana que parece una maldita fotocopia de él. No soporto a ese imbécil y Taylor ya lo sabe, la primera vez no me vi venir su puñetazo, pero como hoy si quiera se intente acercar a mí le doblo la cara y le hago ver al dentista.

El entrenador nos ha dado una charla motivadora antes de salir al campo, como si la necesitase. Estoy más enfocado que nunca; con mis cinco sentidos en el césped mullido que ahora mismo sostiene mis pies y por el que resbala el balón. Taylor se pone el brazalete de capitán y saluda con un gesto firme al capitán del otro equipo. Lo miro con recelo; no puedo fingir que no me escuece verlo a pesar de que intento no pensar demasiado en ello; es sólo un estúpido título y a mí Taylor me importa más que eso.

La moneda que lanza al aire el árbitro cae a la hierba y nos toca ser nosotros quien empiece. Genial.

Cuando el silbato suena y el balón comienza a rodar, mi corazón se mimetiza con él y el juego comienza a formarse tanto en el campo como en mi cabeza. Me dejo el puto alma en cada jugada, en cada carrera y en cada pase. Taylor me lee perfectamente cada uno de mis movimientos pero los defensas son más rápidos y no nos dejan entrar con facilidad en ninguno de sus huecos. Corro, cambio la trayectoria del balón, busco el hueco... nada. Me cago en mi puta vida. Están jodidamente encerrados en su área.
Hasta que en el minuto cuarenta y cinco, antes del descanso, por fin consigo llevarme el balón en una contra en la que cae en terreno de nadie, y corro como si mis piernas pudiesen abandonar mi cuerpo sin mirar a nadie más, sólo hacia delante y hacia la portería. Me sigue un defensa pero consigo zafarme de él dejándole sentado en el suelo.

Continúo corriendo, mano a mano con el portero y... gol. Gol que consigo marcar y que todavía ni sé cómo lo he hecho porque yo no soy delantero y este tipo de jugadas no son las mías.

Las gradas rompen en gritos de júbilos y mis compañeros vienen como locos a celebrar conmigo el gol. Todos excepto Taylor quien parece celebrarlo desde lejos, sin dejar de mirar hacia las gradas a sus hermanos.

La segunda parte ocurre tan rápida que me cuesta asimilarla; Taylor se ha venido muy arriba tras el descanso y ha conseguido meter dos goles, uno de ellos de cabeza gracias a mi asistencia tras un saque de córner. Cuando el pitido final suena, nos hemos hecho vencedores por un apoteósico 3 a 0. Le damos la mano a nuestros rivales y nos intercambiamos con algunos de ellos camisetas que servirán de recuerdos en nuestra última liga como estudiantes universitarios.

Tras el partido llega la entrega de trofeo de liga y la del mejor jugador del año y es el decano de nuestra facultad el que se encarga de estar presente y darnos las medallas y el trofeo. Taylor me mira y sonríe pero siempre desde la distancia, y yo hago lo mismo. La emoción del momento nos hace olvidar que no estamos solos y que para toda esta gente, nosotros seguimos siendo tan rivales como el primer día.
Y en cierto modo, así es, porque Taylor me gusta y me importa como hace tiempo que no lo hace nadie... pero una cosa era esa y otra muy distinta que le dieran a él el trofeo.
Preferiría mil veces que millones de avispas me picaran en los cojones.