𝐂𝐢𝐫𝐞𝐥𝐚 𝐃𝐢𝐠𝐠𝐨𝐫𝐲 esta lista para empezar su cuarto año en Hogwarts. Un año que trae consigo momentos difíciles y otros felices.
¿Está preparada para un año que puede cambiar su vida para siempre? Tal vez.
Para lo que no está preparada es...
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Una vez estuvo de pie frente a su hermano, se giró para ver a los demás adolescentes levantarse del frio suelo ayudándose unos a otros.
Una vez listos, emprendieron camino hasta sus lugares asignados para colocar sus carpas. Ambas familias se acompañaron hasta que tuvieron que tomar caminos distintos. Cirela se despidió de Ginny y el trio de oro con una sonrisa mientras seguían al Diggory mayor hasta el segundo prado, el cual les había tocado.
Caminaron con dificultad ascendiendo por la ladera cubierta de neblina, entre largas filas de tiendas. En medio del prado se levantaba una extravagante tienda en seda a rayas que parecía un palacio en miniatura, con varios pavos reales atados a la entrada. Un poco más allá pasaron junto a una tienda que tenía tres pisos y varias torretas. Y, casi a continuación, había otra con jardín adosado, un jardín con pila para los pájaros, reloj de sol y una fuente.
— ¡Ahí es! —Dijo con entusiasmo su padre mientras señalaba un espacio vacío entre las demás carpas que tenía un letrero clavado que decía "Diggory".
Cuando la carpa de la familia estuvo montada y lista, se adentraron a ella. Cirela y Cedric se inclinaron y se metieron por la abertura de la tienda seguidos a Amos. Una expresión de asombro se plantó en la cara de la menor mientras observaba todos los rincones de la tienda. Estaba amueblada con lo que podrían necesitar, una pequeña cocina, un mini living, que contaba con dos sillones en los que entraban dos personas, frente a ella, un baño y dos habitaciones.
—Bien, supongo que está bien —Comento su padre mientras echaba un vistazo a la tienda. —Tendrán que compartir habitación, solo por hoy — mencionó mientras se dirigía a la cocina —hay una cama para cada uno.
Ambos hermanos estuvieron de acuerdo asintiendo y no presentaron quejas sobre la situación.
Una vez los Diggory estuvieron acomodados en su tienda, Cirela y Cedric quisieron ir a recorrer los alrededores. Se les permitió recorrer con la condición de estar un buen rato antes del partido.
El sol ya estaba más claro cuando salieron y caminaban entre las filas de tiendas mirando con curiosidad a su alrededor. Había magos y brujas de todas las edades, niños jugando y corriendo con escobas de juguete por todo el prado.
Se habían cruzado a varios conocidos, Ernie Macmillan fue uno, un estudiante de cuarto de la casa Hufflepuff cercado de Cedric y a Cho Chang, una chica muy guapa que jugaba de buscadora en el equipo de Ravenclaw, esta vez compañera de Cirela. Ella sabía que Cho estaba flechada por su hermano mayor, lo cual le daba cierta gracia. Ella le caía bien para Ced.
Una vez que decidieron que había sido suficiente recorrido, volvieron a la tienda para pasar el rato con su padre mientras esperaban el partido.
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Los Diggory se encontraban ya en sus lugares, vistiendo sombreros con tréboles que se movían y unabandera de Irlanda.
Cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestas en torno al largo campo oval. Desde su elevado lugar parecía forrado de terciopelo. A cada extremo se levantaban tres aros de gol, a unos quince metros de altura.
—Damas y caballeros... ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de Quidditch! —Hablo Ludo Bagman, los espectadores gritaron y aplaudieron ondeando miles de banderas. — ¡demos una calurosa bienvenida a la selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes...
Unos hermanos emocionados y eufóricos disfrutaban la final entre el público.
— ¡Comienza el partido! —Gritó Bagman—. Todos despegan en sus escobas y ¡Mullet tiene la quaffle! ¡Troy! ¡Moran! ¡Dimitrov! ¡Mullet de nuevo! ¡Troy! ¡Levski! ¡Moran!
Los cazadores se arrojaban la quaffle unos a otros tan rápidamente que LudoBagman apenas tenía tiempo de decir los nombres.
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Irlanda ganaba por ciento treinta puntos a diez, y los jugadores comenzaban a jugar de manera más sucia. Los golpeadores de ambos equipos jugaban sin compasión.
— ¡La snitch! Krum la tiene! —Gritó Cedric. Krum, que tenía la túnica roja manchada con la sangre que le caía de la nariz, se elevaba suavemente en el aire, con el puño en alto y un destello de oro dentro de la mano.
El tablero anunció "BULGARIA: 160; IRLANDA: 170". La afición del equipo de Irlanda creció en gritos de alegría, Cedric y Cirela entre ellos.
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Hola! Segundo capitulo, este cap fue un poco más corto que el primero pero espero que les guste. No se olviden de Votar y Comentar! mañana si todo sale bien hay otro capitulo.
Que les parece la relacion de Ced y Cirela hasta el momento?
