Evan Peters

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Siempre fui una persona paciente y empatica pero ahora mismo, Evan me estaba agotando.
Entiendo que un viaje largo en ruta resulte cansador pero no veo necesario que me trate de esta manera: ignorar cuando le hablo y responderme sin ganas.
Toda mi vida lidie con gente así pero no pensé que también con mi novio.

Estábamos a mitad de camino cuando paramos en una estación de servicio para cargar nafta.

— Buenas noches, infinia, lleno — ordenó Evan, que era el conductor, desde adentro del auto una vez que el playero se acercó.

El hombre asintió dejándonos devuelta solos. Evan miraba a la ventana con el ceño fruncido, parecía estar enojado. Mientras lo veía, puso su mano derecha en mi muslo y empezó a acariciar. Todo esto manteniendo su mismo semblante y su vista en el mismo lado.

Ahora sí me había enojado. No podía cambiar su trato a mi de un segundo a otro.

— Eres increíble — hablé alto, abrí la puerta para bajarme del auto y antes de cerrarla noté que su cara ahora parecía sorprendida.

Me dirigí al baño para por lo menos estar lejos de él. Cuando me estaba lavando las manos escuché que la puerta se abría. Miré a través del espejo que era Evan, que estaba cerrando la puerta con llave.

Este chico es imposible.

— ¿Qué haces aquí? Es el baño de mujeres — me di la vuelta para verlo de frente.

— No importa, solo quiero que me escuches — aclaró y se pego a mí.

Esta vez no le contesté, quería hacerle pasar lo mismo que me hizo. Me hice la distraída y gire mi cabeza para evitar su mirada.

— Perdóname — susurró a mi oído mientras tomaba mis caderas con sus manos.

A pesar de que él busque mi mirada, yo lo ignoraba.

— Por favor, princesa — dijo entre los besos que dejaba en mi cuello.

Es muy difícil no tentarse con este hombre.

— Tendrás que rogar mi perdón — ordené mientras acariciaba su cabello.

A penas me escuchó hablar, dejó lo que estaba haciendo. Sentí su sonrisa en mi cuello.

— ¿Quién dijo que pararas? — pregunté con tono demandante.

El asintió y me subió agarrarandome de las piernas a la mesada del baño, justo al lado de la fregadero.

Cuando llegó a estar a mi misma altura, porque era más alto que yo, con su mano izquierda tomo mi mejilla y giró un poco su cabeza para empezar a besarme. Sus labios humedecidos y los pequeños mordiscos que me hacia le daban el toque.

Lo jale del pelo para que continúe con lo que estaba haciendo antes. Me impresionó que haya gemido, que sumiso.
Ahora que sabía cómo eran las cosas, se empezó a arrodillar y con la mano que estaba en mi rostro comenzó a bajar mi short deportivo. Mientras que con la otra tomó mi mano y le dio picos con los ojos cerrados.

— Mirame — condicione con mis ojos fijos en los suyos.

Obedeció sin problema, manteniendo su mirada de color avellana en mi.
Cuando quitó su boca de mi mano, se escondió entre mis muslos para empezar a acercarse a mi intimidad y acariciar por encima de mi ropa interior.

Al rato de hacerme esperar se paró para intentar besarme.

— ¿Acaso no has entendido? — susurre levantando una ceja lo alejé con el dedo índice apuntado a su pecho —Vuelve, hijo de puta —.

Me miraba sonrojado y embobado con la boca entre abierta. Era un ángel.

Lo miraba mientras se arrodillaba una vez más y tiraba a un costado la última prenda de abajo que quedaba.

— ¿Sabes que –

— Dios, solo cállate – conteste y con mis dedos entrelazados en sus rubios rizos empuje su cabeza hacia mi vagina.

Sin perder tiempo comenzó a saborear mis pliegues. No pude evitar soltar un bufido liberador.

— ¿Te creías tanto al tratarme como lo hiciste? — pregunté con la respiración agitada sintiendo millones de agujas diminutas que recorrieron todos los nervios de mi piel.

Ahora sí parecía entender, no me respondía pero podía sentir su lengua salir y entrar al compás de sus ojos que no paraban de mirar cada reacción que me provocaba, desde gemidos hasta ojos cerrados y apretadas fuertes en su pelo.

— Te estuve esperando durante todo el viaje, Evan — solloze por lo bajo y pegué un grito cuando metió sus dos grandes dedos dentro de mi.

Ahora que había bajado la guardia, se paró de su lugar, teniendo cada pierna mía a sus costados, y apretó mis cachetes. Todo esto con sus dedos ejerciendo presión en mi interior rápidamente.

— No te conviene seguir hablandome así — gruñó cerca de mi boca, me sentía no muy lejos de llegar.

De repente él salió de mi y comenzó a desabrochar su cinturón. Toda esta situación me dejó sorprendida.

No llegó a bajar su pantalón porque se asustó cuando tocaron la puerta. Nos paralizamos por un momento, ambos mirando de donde vino el sonido.

— ¿Ya terminaron? — se escuchó una voz afuera.

A penas lo oímos, Evan me bajó y alcanzo mis ropas.

Una vez estaba lista, él abrió la puerta para luego toparnos con un chico que trabajaba allí.

— Lo siento, estábamos discutiendo, por eso los gritos — mintió haciendo una mueca y el tipo asintió como si lo entendiera.

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— No me dejaste llegar, idiota — reproche con los brazos cruzados.

Paso los cambios con la palanca y se río.

— Y tu no me diste nada a cambio — confesó con su mirada fija en la ruta oscura.

— Eso te pasa por tratarme de estúpida, mi vida — reí.

— Pero sabes que yo siempre tengo lo que quiero — habló con una voz ronca y volteó su mirada hacia mi pero esta vez era oscura, tanto que me dejó con las piernas temblando y con un leve palpito en mi entrepierna.

Evan Peters - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora