Colin Zabel

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El insomnio era algo que últimamente no podía controlar. Las altas horas de vigilia en mi trabajo como policía ya eran costumbres en mi vida, no podría compensar las horas de sueño tan fácilmente. Está en mis venas estar alerta en todo momento.

Ayer me habían dicho que cambiaría de turno, que me pasarían al turno de la mañana. Para mí esto no era una buena noticia, sabia lo que iba a pasar: tener que luchar para poder dormir dignamente, métodos para combatir el insomnio, meditación probablemente...

Por otro lado, lo mejor del caso era tener a mi esposo en la misma cama que yo.

Su trabajo era igual de ajetreado que el mío. Los últimos meses rara vez compartíamos noches como esta, nuestros horarios no querían que estemos juntos.

Debía dejar de quejarme y empezar a valorar el tiempo, al cual tanto miedo le tengo pero todo le debo para que me permita pasar aunque sea unos minutos más con la persona que más pude amar en la vida.

En caso de que me vaya al cielo ahora mismo, le rogaría a Dios para que pueda llevar a mi hombre conmigo. Lo perdí por tanto tiempo por amor al trabajo. El tiempo es tan valioso como el oro en estos momentos.

Apoyada contra el respaldo grisáceo de la cama, tenía un vaso de whisky en una mano y en la otra un libro de criminologia.

Estaba dudando en cual dejar. Después de un rato, sí sigo tomando del primero no podré entender el segundo pero si dejo el segundo... ¿Por qué tengo un libro en mis manos? En verdad no se que hacer. A estas horas podría estar en la estación con mi bello escritorio lleno y desordenado de archivos pendientes, o también podría estar conduciendo por la ciudad con la belleza de camioneta que tengo, patrullando y estando al pendiente de lo que pase a mi alrededor.

Y fue entonces cuando miré a mi costado para divisar la fornida y descubierta espalda de Colin. Amaba su cuerpo pero creía merecer más que esa vista luego de tantos meses sin estar en intimidad.

Dejé mi vasito de whisky en la mesa de luz al igual que ese estúpido libro que solo sirve para quitar mi tiempo y, sentada, me incline a su hombro teniendo mi cuerpo apoyado al costado de su espalda. Pose una mano en cabello para empezar a acariciar este. Mis mechones pelirrojos caían sobre su piel.

Su perfil era inigualable. Debía apreciarlo un rato más.

— Bria, por favor — murmuró entre suspiros ahogados y con un leve ceño fruncido.

Quede perpleja. Mis ojos no expresaban emoción alguna para demostrar lo que pensaba. Pero al instante eso cambió.

— Ay mi amor que necesitas — susurré calmadamente. Lo di vuelta, quedando él boca arriba y me senté a horcajadas.

Cuando abrió los ojos, aún con su cejas arrugadas, me tome la libertad de acostarme arriba suyo. Él no tardo en dejar un beso en mi coronilla y tomar mi cintura. El mejor detective del Estado estaba mintiendo en vivo y en directo, cree que su actuación de aquí no ha pasado nada ni te he soñado desnuda va a ser hechizo en mí.

— Que bien la estabas pasando, ¿Verdad? — insinue con un tono irónico, dejando que mis dedos de arrastren por su pálido cuerpo

Lo mire con mi barbilla pegada en su pecho. Sus cachetes se ruborizaron sin miedo pensando que por lo leve que el rojo era en su piel, no me iba a dar cuenta.

Él es lo suficientemente inteligente como para saber que era en vano seguir fingiendo pero no por eso iba a contestarme, su vergüenza le ganaba pero sus ojos seguían luchando con los míos aunque parecieran querer rendirse en cualquier momento.

— No se que de‐

Calló sus palabras cuando tomé con una mano su mandibula y me senté nuevamente en sus piernas para mirarlo desde arriba.

— ¿Qué te hacía? Parecía dolerte — seriamente le pregunté pero él intentaba zafarse de mi mirada. Aumenté la fuerza del agarre de mi mano — Dímelo. Ya.

— Me montabas.

Y con aquello empecé a moverme lentamente sobre él y la tela de su pantalón azul. Justo en el centro de su masculinidad.

— Estoy segura de que eso no era lo único.

— Me la chupabas.

— Que listo eres, mi cielo — hablé en voz baja dejandole un casto y corto beso en sus labios antes de pararme y dejarlo con la duda. Y con la dura también.

Solté una pequeña risa al ver como confudido se sentó en su lugar siguiendome con la mirada. Él solo permanecía callado viendo como mis manos buscaban entre los cajones del armario.

Y cuando encontré lo que quería, en silencio, volví caminando a él.

— De espaldas ahora.

Me daba ternura ver como se paro y se dio la vuelta como le había dicho. Quién diría que un hombre tan alto se iba a dejar dominar por una petisa como yo.

Cuando se escuchó el ruido de las esposas cerrar, sentí sus manos tensas, las cuales estaban atrás suyo, inmovilizadas, incapaces de todo movimiento de escape.

Sin tiempo para que pueda reprochar algo, cosa que sabía que no iba a hacer, lo empujé contra la cama cayendo con la  espalda. Un leve quejido salió de Colin.

— Cuéntame más de tu sueño — dije para luego empezar a repartir besos en su estómago mientras comenzaba a bajar su pantalón.

— Parecías estar prendida fuego — su voz intentaba estar tranquila. Al deshacerme de la prenda note lo alto que estaba su miembro que podía llegar pensar que iba a romper la tela del bóxer. — Justo como ahora — lo miré, sonreí al igual que él y sin romper esa conexión tire de abajo lo último de ropa que le quedaba, saliendo al instante su pene erecto.

— Ten cuidado con lo que sueñas.

Eso fue lo último que salió de mi boca antes de que esta entrará en su virilidad, con el débil intento de querer que su magnitud quepa hasta mi garganta completamente aunque eso implique que me atragantara. Pero todo tenía su recompensa, escuchar sus gemidos altos e inaudibles hacían valer la pena. Me ponían de una manera que no puedo explicar.

Saboreba con la lengua desde la base, luego seguía por el tronco hasta la punta sin dejar ninguna parte sin lamer, y viceversa. Colín tenía su espalda arqueada y piernas temblorosas. Estaba masajeando sus muslos con una mano libre, con la otra acariciaba lo que no podía absorber. Le estaba causando miles se sensaciones distintas, ¿Y lo mejor? No podía hacer nada. Amaba verlo sufrir con mis toques.

— Te extrañaba tanto, Bri — gimió sintiendo el placer a flor de piel, sus palabras salieron con tanto dolor por tan solo recordar todo lo que tuvo que pasar en mi ausencia.

— Te tocabas, ¿No es así Colin? — pregunté alejando mi boca de su venosa ereccion a punto de estallar acercandome a su rostro. Él asintió rápidamente. Aprovechaba lo poco que le quedaba para llegar y comenzar a masturbarlo.

— No se siente tan bien sí no estas cerca — atrapó mis labios en un ansioso y necesitado beso, en donde mis sonidos fueron callados.

Y cuando acabó su boca se abrió por un largo rato como sí fuera a expulsar gemido.
Suspiró profunda y libremente.

— ¿Te piensas que soy un granjero que se dedica a ordeñar?

— Pero se muy bien que el granjero sabe montar y domar como los mejores, ¿Serias tan amable de demostrarlo?

Reí fuerte y le golpee levemente su pecho.

— No te tenia así, detective Zabel.

— Siempre me has tenido así, cariño.

Evan Peters - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora