Evan Peters pt. 1

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Por la puerta salia el último cliente

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Por la puerta salia el último cliente. Acto que me avisaba que ya era hora de irme, eran las diez en punto de la noche.

Había sido un exhaustivo dia, mi espalda y manos gritaban por volver a mi cama. Ser tatuadora no era fácil; lidiar con descontentos, presión, exigencia física..., pero sabes que lo mejor está detrás de esas personas con las que conectas mediante los dibujos, aunque lo triste era no volver a ver el arte que plasmaste en sus cuerpos.
Al final del día soy una mujer con tatuajes que se gana la vida marcando historias en la piel de la gente.

A penas había empezado a apagar las luces del local, un hombre golpeó la puerta. Desde mi lugar veía que estaba acompañado por dos chicos más: un pelinegro que a penas se mantenia de pie y un tipo de rizos castaños riéndose a mas no poder.

Parecía una puta broma. Podía adivinar situacion que iba a pasar a continuación: ebrios tomando malas decisiones.

Con un ceño fruncido en mi rostro abrí la puerta.

— ¿Saben lo que significa cerrado? —con el mejor tono irritado en mi voz, señale el cartel que colgaba en la puerta.

— Pero tu seguías ahí adentro — se encogió de hombros el mismo que me llamó.

Cruzada de hombros, obstaculizando el pase a la puerta, enfoque mi mirada hacia los otros dos hombres que estaban en sus propios mundos, alborotados e indefensos.

— Solo atiendo con reserva — hable lo suficiente alto para que el par del fondo escuche, solo el rizado paro de carcajear y su semblante cambió a uno preocupado.

Este se acercó a mí con una leve sonrisa tendiendo su mano derecha, la cual cerca de la muñeca había una pequeña mano con un pulgar arriba dibujado de color rojo.

— Mira solo queremos que lo remarques con la tinta y no nos volverás a ver — explicó sin más, sus ojos mostraban sinceridad y razones para convencerme.

Él si había comprendido lo molesta que estaba. Fue fácil persuadirme solo con su serena presencia. Su empatía los salvo, y los deje pasar, pero debo admitir que él no estaba tan mal, era un encanto.

Primero fueron risas y arrepentimientos, y quejas de mi parte, hasta que el chico de rizos se ofreció para tatuarse primero. Este se acomodo en la silla negra. Antes de comenzar a preparar las herramientas lo había visto un tanto nervioso, pero quería disfrazarse con carcajadas y chistes.

— Vamos, sabía que eras el menos maricon de nosotros, Ev — celebró el pelinegro para recibir un golpe en el hombro del otro para luego echarse a reir.

— En verdad si que lo es — comente de espaldas a ellos mientras me colocaba los guantes, a penas hablé se quedaron callados al instante —Porque va a doler bastante —.

Cuando volví a verles la cara me contuve la risa: los dos chicos parecían haber visto un fantasma, por otro lado "Ev" estaba serio y cabizbajo con su mirada a mis pies.

Evan Peters - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora