CAPÍTULO 3

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No hacía más que caer vertiginosamente hacia abajo. Cada vez que intentaba tocar las nubes que formaban el remolino, estas se dispersaban. Parecía que nunca iba a terminar y acabaría en el mismo infierno. A medida que seguía cayendo, dejó de gritar consciente de lo que iba apareciendo a su alrededor. A su lado, podía ver las diferentes siluetas de ángeles, demonios y más neutrales que, como ella, también tenían una tarea que realizar. Una de esas siluetas voló junto a ella y sus miradas se cruzaron por un momento. Se dio la vuelta para verla mejor y le dedicó una pequeña sonrisa.

- Neutral. – dijo el chico.

Lo dijo como si fuese un hecho, como si lo pusiera por escrito en su frente y se comenzó a reír. Después, se dio la vuelta y buceó hacia abajo, cogiendo más velocidad.

- Que tío más raro. – pensó Lyla.

La velocidad comenzó a disminuir, la corriente le hizo rodar las piernas hacia abajo y, de pronto, apareció la Tierra. El aterrizaje fue más suave de lo que había pensado.

Tan pronto como sus pies tocaron el suelo, comenzó a ver a gente corriendo de un lado para otro, apresurada por sus asuntos. No sabían la suerte que tenían de estar vivos, de poder volver con sus seres queridos. Respiró profundamente, extendió los brazos y una risa brotó de su garganta.

Nadie podía ver las alas que se encontraban en su espalda y su apariencia era totalmente desconocida para todos aquellos que la echaban una mirada rápida antes de seguir con sus asuntos. Y, aun así, estaba en casa, estaba de vuelta en Minnesota.

Inmediatamente vio a una chica y no pudo evitar fijarse en la cara de preocupación que tenía. La sonrisa desapareció de su cara.

- Tengo que cumplir con la tarea que me encomendó ángel Félix. – se recordó Lyla a sí misma.

Empezó a recordar la tarea que le habían encomendado. Tenía dos horas para cumplir con ella y, una vez hubiese terminado, pensaría en el remolino que le llevaría de vuelta a la escuela. La tarea que tenía que hacer era escoger una alternativa para Vera. Era una estudiante de la universidad y se rebatía entre: hacer el examen más importante de su vida o despedirse de su novio antes de que se marchase para siempre. Se preguntó una y otra vez que era lo que debía hacer, que elección era la más adecuada para alentar a Vera. Se encontraba a las puertas de la universidad, pero en sus ojos pudo ver la duda que se extendía sobre ellos.

Con pasos decididos se Lyla acercó a la chica.

- Hola Vera. – saludó Lyla con una sonrisa en sus labios.

- ¿Te conozco? – preguntó ella algo confundida.

- Si. – le contestó. - ¿No lo recuerdas? –

- No, lo siento. – se disculpó. – Tengo tantas cosas en la cabeza ahora mismo...-

- ¿Qué es lo que pasa? – preguntó Lyla con cierta curiosidad.

Abrió la boca para hablar, pero se quedó callada, pensando en si debía confiarle su secreto o no. No necesitaba que se lo contase. A través de sus ojos era capaz de ver y sentir todo lo que estaba pensando. En ese momento, ella le dijo:

- Abandoné la universidad por mi novio, si no hago este examen, me expulsarán. – Pero mi novio se marcha y quiero correr y decirle que se quede aquí conmigo. –

Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar. En medio de las lágrimas, le preguntó:

- ¿Qué debería hacer? –

- Aun eres joven, puedes estudiar cuando quieras. Coge el coche y corre directa a buscar a tu novio. Estas cosas solo pasan una vez en la vida. – dijo Lyla con determinación.

Los misterios celestialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora