CAPÍTULO 27

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Horas más tarde y de vuelta en su dormitorio, Lyla le cuenta a Thorne lo acontecido con el Gran Hechicero. A través del espejo, Lyla ve a Thorne sentado en el suelo, sumido en un silencio absoluto. Tras terminar de hablar, Thorne comienza a pensar en lo que le ha contado Lyla.

- Creo que sé lo que quiso decirte el Gran Hechicero. – dice Thorne.

- ¡Genial! – exclama Lyla.

- No. – contesta Thorne con tristeza.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que pasa? – pregunta Lyla.

En ese instante, Thorne se queda en silencio, reflexionando cada palabra con sumo cuidado para después sonreír con cierta tristeza.

- Gracias por ayudarme, Lyla. Has hecho mucho por mí. – dice Thorne.

- ¿Por qué parece que te estás despidiendo? – pregunta Lyla.

- No completamente... - dice Thorne mientras se levanta con intención de dar por terminada la conversación.

- ¿No quieres que te ayude? – pregunta Lyla con preocupación.

- No, no quiero. – responde él.

- ¡¿Por qué?! – exclama Lyla sin entender.

- No quiero que te ocurra nada por mi culpa. – dice él con tristeza.

- Desde que llegué aquí he estado rodeada siempre de problemas. Posiblemente porque la mayoría los he creado yo, pero no es hora de hablar de eso. – dice Lyla.

En el espejo, Lyla puede ver como Thorne sonríe ante aquella pequeña confesión, se sienta en el suelo de nuevo, justo donde había estado minutos antes y sonríe con tristeza.

- No sé si alguna vez podré pagarte por todo lo que estás haciendo. – dice Thorne con preocupación.

- Da igual, no pienses en eso ahora. – responde Lyla.

- ¿Estás segura de que quieres saber lo que dijo el Gran Hechicero? – pregunta él.

- Completamente. – responde Lyla con seguridad.

Thorne comienza a explicar a Lyla todo lo que quiso decir el Gran Hechicero y dándole indicaciones precisas de lo que debía hacer.

- Tienes que bañarte en el rio sagrado, mojando por completo todas y cada una de tus plumas. Y cuando salgas no debes sacudirlas. Cuando comiencen a secarse, emitirán un brillo que distraerá a los guardias que custodian la torre. – dice Thorne.

- ¿Cómo un faro? – pregunta Lyla.

- Eso es. Solo la luz de tus alas me permitirá salir de la torre. – dice él.

Cuando la escuela se sume en la noche, Lyla se cambia de ropa y va directa hacia la puerta, pero antes de salir vacila. Tras sopesar unos minutos, decide que es mejor ir acompañada por Lucifer que ir sola, así que sale de la habitación y se planta delante de la habitación de Lucifer, tocando la puerta con sumo cuidado. Cuando Lyla ve que no tiene intención de abrir se va a dar la vuelta, pero la puerta se abre y aparece Lucifer con tan solo unos pantalones de chándal negros que caen por sus caderas.

- Sabes que perseguirme es un poco acosador, ¿no? – dice él con cierta sensualidad.

- ¿No estabas durmiendo? – pregunta Lyla algo sorprendida.

- No, estaba leyendo. ¿Qué es lo que pasa? – dice Lucifer sin apartar los ojos de Lyla.

- Necesito que me ayudes... Bueno no importa, perdón por molestar. – dice ella.

Justo en el instante en el que intenta darse la vuelta, Lucifer la coge de la muñeca suavemente.

- ¿Qué ha pasado? – dice con cierta preocupación.

- Necesito liberar al chico de la torre este, pero no se si voy a poder sola. – dice ella y le cuenta todo lo que tiene planeado.

Cuando Lyla termina de contar todo, Lucifer cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás.

- ¿No tienes otra cosa mejor que hacer? – pregunta con cierto cabreo.

- Si no quieres, no me ayudes. – contesta ella mientras se da la vuelta y se aleja de allí con rapidez.

La risa de Lucifer surge a sus espaldas mientras dice:

- Espera, no te he dicho que no. –

Y, sin más, Lucifer se pone una sudadera y ambos salen de la escuela sin que nadie pueda verlos.

Los misterios celestialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora