CAPÍTULO 9

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- ¡Dios mío, Emma! – dijo Lyla con terror.

Enseguida se dio cuenta de que la habían matado no hacía mucho, posiblemente escasos minutos antes. El asesino podría estar todavía por aquí, escondido en alguna parte, viéndolo todo. Una sombra emergió por la derecha y Lyla se asustó. Acto seguido, Ángel Félix salió corriendo del laberinto. Se dirigía hacia el patio, pero se dio cuenta de su presencia y se detuvo en seco.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó él.

En lugar de darle alguna explicación, solo pudo abrir y cerrar la boca, señalando el cuerpo sin vida de Emma. Ángel Félix se acercó despacio hacia Lyla, muy tenso, y miró en la dirección en la que señalaba su dedo. Durante un tiempo, estuvo examinando a Emma, sin ninguna reacción; acto seguido dijo de forma breve pero severa:

- ¿Tú hiciste esto? –

La cogió por el pelo, la sacudió varias veces y comenzó a mirar a su alrededor.

- ¿Estás sola? ¿Qué es lo que ha pasado aquí? – inquirió.

Su mirada feroz y muy estricta recorrió todo su cuerpo.

- Yo no lo hice... ¡No he matado a Emma! – se defendió ella.

- Todo ha empezado a ir mal desde el momento en que apareciste en esta escuela. – acusó a Lyla. – Además, has dejado huellas en la escena del crimen, ¿qué hacías en el jardín tan temprano? –

- Yo... - comenzó a decir.

- ¡Márchate! Y no digas nada de esto a nadie. – sentenció él.

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, se dio la vuelta y salió obedientemente del jardín sintiendo aquella mirada severa sobre ella.

Media hora más tarde, los maestros y sus ayudantes empezaron a irrumpir en cada habitación, buscando algo. Mindy, descalza, estaba sobre la cama, observando con enojo las acciones de Gerald. El demonio no hacía más que abrir los armarios y arrojaba su contenido al suelo, buscando y rebuscando. Palpaba las paredes, miraba detrás de los armarios, en definitiva, rebuscaba por todas partes.

- ¿También vais a mirar en mi ropa interior? – inquirió Mindy irritada.

- Miraré lo que haga falta si es necesario. – contestó Gerald.

Después de buscar en la habitación, Gerald se acercó a Lyla, la cogió de las manos con dureza y las estiró para inspeccionarlas. Quitó las manos con brusquedad y las puso detrás de la espalda.

- ¿Cómo se atreve a tratarme así? – preguntó Lyla furiosa.

- Encontraste a Emma... - respondió él.

- ¡Yo no la maté! – respondió furiosa de nuevo. - ¿O es porque soy una neutral? Si yo fuera un demonio o un ángel, no sospecharía de mí. –

Gerald apretó los labios con algo de exasperación.

- Deja lo que estés haciendo para los mortales, conmigo no funcionará. – respondió.

Gerald puso ambas manos a cada lado de la cabeza de Lyla, obligándola a mirarlo a los ojos. La miró durante mucho tiempo, y ella podía ver en el reflejo de sus ojos lo que él veía en los suyos propios.

- Bien, ya lo tengo todo claro. – dijo con seguridad. – En una hora, os reuniréis todos en la sala principal. –

- ¿Para qué? – preguntó Mindy.

- El director va a hacer un anuncio. – dijo Gerald.

Sin decir una palabra más, salió de la habitación dando señales a los demás que le acompañaban para hacerles saber que en esta habitación no había nada más que buscar.

Los misterios celestialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora