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𝐈𝐬𝐚𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚.

—¡¿Emma te besó de nuevo?!

Ian me miró muy sorprendido.

—¡Dios! ¿Quieres bajar la voz?

—No nos vaya a escuchar algún cliente y vaya corriendo al New York Times a ponerlo en primera plana. —comentó Margot con ironía, pues solo estábamos nosotros tres en la cafetería.

Llegué de emergencia, luego de que Emma me besara y como la magnífica adulta que soy, saliera corriendo a los brazos de mi mejor amigo a contarle todo. Margot llegó poco después, porque ella me conoce tan bien que sabe perfectamente en donde se encuentra mi refugio.

—¿Estaba ebria cuando lo hizo? —continuó Ian con el interrogatorio.

Negué, sin ser capaz de formular una sola palabra.

—¿Otra vez se alejó diciendo que era un error y no significaba nada?

—Al contrario, dijo que me quería y que estaba lista para estar conmigo.

—¿Entonces, qué fue lo que pasó?

—Me alejé sin decir nada. —solté.

Cuando me besó, no sentí absolutamente nada; comparada con la última vez que lo hizo, esta vez fue notoria la ausencia de ese suave cosquilleo en el estómago, de la felicidad desmedida y las ganas de tenerla un poco más cerca. No reaccione. Tardé algunos segundos en hacerlo. Y cuando lo hice, la tomé de los hombros y la aparté de mí, molesta, sintiendo un profundo dolor en el pecho.

Emma solo se quedó paralizada, viendo como me alejaba de ella.

Margot me observó detenidamente, en absoluto silencio, poniéndome los nervios de punta. Margot no es de las personas que se queda callada, al contrario, siempre dice lo que piensa en todo momento, pero supongo que al igual que yo se ha quedado sin palabras o sencillamente se está conteniendo para no decir nada, por el estado en el que estoy.

—Maldición, Isabella —masculló Ian—. Lo siento mucho.

Ian me miró bastante afligido, como si pudiera sentir mi tormento o al menos deseara hacerlo, así que tras un suspiro cubrí mi rostro con mis manos. Entonces tomó mi mano y comenzó a trazar suaves círculos con su pulgar a manera de consuelo.

Y eso me ayudó a sentirme mejor, como siempre.

—¿No te gustó, verdad? —finalmente preguntó Margot.

Entonces levanté la mirada y negué aún en silencio.

—Fue horrible —sollocé—. Nunca me habían besado así.

Margot ladeo una pequeña y triste sonrisa, después tomó mi mano e hizo lo mismo que Ian. Lo mismo que han hecho desde que nos conocemos: hacerme sentir amada, acompañada y protegida.

—Lamento profundamente que hayas tenido que pasar por eso de nuevo, no sabes como aborrezco a Emma por todas las veces que te ha hecho sentir así y por arruinar la magia de los besos intensos, porque créeme que son una de las mejores cosas que puedes experimentar, claro, cuando hay consentimiento de por medio —dijo y luego me miró fijamente—. Aunque supongo que contigo va más lo cursi, como acariciar el rostro de Olivia mientras pones su mecho de cabello detrás de su oreja, a que te bese de arrebatadamente tu primer evento canonico como lesbiana.

Tuve sentimientos encontrados ante su comentario, por lo que me costó no soltar una carcajada, mientras Ian se soltaba a reír. No sé qué tipo de don especial tiene Margot, pero tiene la maldita e insoportable, pero muy oportuna habilidad de hacer todo más liviano para mí y hacerme sonreír, incluso en momentos de crisis como este.

ᴍᴇᴛᴀᴍᴏʀғᴏsɪs Donde viven las historias. Descúbrelo ahora