arlequín

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Dicen que detrás de un hombre poderoso hay una mujer peligrosa.

Con el paso de los años mi desarrollo como asesina aumento mejorablemente.

Mi velocidad y sigilo ayudaban para que nunca pudiesen atraparme.

Pero siempre a la sombra de un hombre, lo cual agradezco, ya que "ella no sería capaz de algo así, solo es una mujer"

----> correo entrante: señor hemos encontrado rastros de...
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° Lilian, ¿ha llegado algo?

+ No padre, los correos usuales.

° avísame de cualquier cosa.

+ Si padre.

----> correo entrante: señor, el petirrojo se encuentra en...
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° ¿nada todavía?

+ han registrado varias zonas padre, tienen algunas posibles pistas pero nada certero

° panda de inútiles. Cualquier movimiento me avisas.

+ Si padre.

Así fue durante varios años, el corre y yo le escondo.

Él no se acuerda que existo y mi existencia se basa en recordarle cada día.

Solo hay un lugar en la tierra donde estar tranquila y a salvo.

Por muy extraño que parezca, una mansión negra y oscura con decoraciones tradicionales japonesas, para muchos es el lugar más peligroso del país. Para mi es mi hogar.

La mansión de los moriyama.

Una mansión moderna, oscura y simple. Que en el interior tiene decoraciones en madera, farolillos y cortinas con bordados.

La habitación en la que estoy no es otra que la de ichiroru moriyama, roru para sus amigos.

Una habitación en madera oscura, con los muebles negros y dorados. Una cama inmensa, una tele de más de 1.000 pulgadas y con luz natural suficiente para que no haga falta la lámpara.

No sé bien en que momento inició la amistad... bueno en realidad sí.

El día que le puse una pistola en la cabeza por entrar a mi burdel e intentar llevarse a una de mis chicas sin pagar.

﹀﹀﹀﹀﹀﹀4 años atrás ﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀

A las niñas de este mundo se les inculcan unos principios: a los 12 años te inauguras en un burdel.

Para liliann fue diferente, al ser hija del jefe y de la líder de tráfico y burdeles su inauguración fue a los 10 años de edad.

Ella llevaba ya dos años allí metida, era la chica con más experiencia y por tanto la encargada de cuidar a las demás.

El burdel no era extraño para ella: otro local más de su madre, todos eran iguales a estas alturas. Suelos oscuros, luces moradas y rojas, música alta, tres barras de pole dance, una barra y algunas mesas en la planta baja, mientras que la segunda planta está llena de habitaciones.

Todas son iguales. Unas más caras, otras más cutres, pero las cosas son siempre igual, las zonas son las mismas y la ropa es la misma.

Los mismos conjuntos de cuero fáciles de desabrochar, cada una de un color, el mismo maquillaje cargado, los mismos tacones a juego de 10 centímetro, el mismo peinado recogido hacia arriba, en diferentes estilos, pero sigue siendo el mismo.

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