libelulas

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Hace mucho tiempo que no me sentía así, poder hablar con Nicky, sentir que da igual lo que diga por que va a ser aceptado, no me va a judgar, no va a dudar de mi palabra y entiende mi humor. La ultima vez que me sentí tan libre fue con Janett.

Y aquí estamos ahora, en un rincón de una cafetería mientras el me cuenta sus historias en la secundaria, me pregunta cosas de mi pasado y debo aguantarme las ganas de contarle mis aventuras, de hablarle sobre roru y nuestras pequeñas ilegalidades en el colegio, contarle las borracheras con Noé y como corríamos de la policía con... 

- Lili ¿estas bien?

Le vuelvo a mirar, analizo su cara y la dirección en la que mira. Me froto los ojos y el frescor de mis pestañas me indica que he estado a punto de llorar. Sonrío para despejar su preocupación y le miro, intentando despejar el nudo en mi garganta para contestarle.

+ si, no es nada. 

- ¿he dicho algo malo? lo siento, no era mi intención.

+ no, en absoluto. Solo me has recordado a alguien..

- ¿puedo preguntar?

+ bueno, creo que te puedo contar un cuento, por así llamarlo.

- te escucho. 

+ erase una vez- 

su risa me frena y el pequeño golpe de su cabeza en la pared me obliga a taparme la boca para no reír.

- venga ya, no puedes contarme lo que seguro será una historia triste y empezar así.

+ se supone que no debería contarte esto ¿sabes?

- bien, no te interrumpo más.

+ bien, déjame contar mi historia como yo quiera.

- entonces ¿erase una vez?

una pequeña libélula granate nacida en el pantano, rodeada de insectos y depredadores

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una pequeña libélula granate nacida en el pantano, rodeada de insectos y depredadores. Ella solo deseaba volar lejos pero cada vez que se acercaba al borde del pantano el monstruo que vivía allí la perseguía hasta hacerla volver. Solo a ella, el monstruo solo la quería a ella.

Un día la pequeña libélula encontró a otros insectos: un escarabajo negro y cascarrabias, una mantis hermosa y graciosa y a otra libélula como ella, era de color morado y también escapaba de un monstruo. El escarabajo y la mantis vivían bien en aquel pantano, pero las libélulas querían escapar, así que volaban en círculos por el borde para hacer enfadar al monstruo.

volaban entre juncos y tocaban ligeramente el agua para salpicarse, a veces volaban hacia arriba, se compinchaban para encontrar alimento y pasaban las noches volando con las luciérnagas. Eran únicas e inseparables.

pero lo que la granate no sabía era que el monstruo al que se refería su amiga no era el mismo que el suyo. Un día, granate se quedo hablando con su amiga la mantis unos minutos de más, llego tarde a su rutina diaria de dar vueltas al pantano y no encontró a morada. Dio vueltas y vueltas, más rápido que nunca, no podía haberla atrapado el monstruo ¿verdad? 
Entonces la vio: tirada en una roca, sin alas, con las patas arrancadas y un poco más lejos del borde. 

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