IX

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Una vez en la tienda de música fui directo al mostrador y le pedí a la vendedora la guitarra que había visto en el aparador envuelta para llevar.

Estaba emocionado porque mi vieja guitarra tenía ya bastantes años y aunque aún era funcional me hacía ilusión tener una nueva, más grande y un poco mejor que la que ya tenía. En primera instancia tenía contemplado comprarme un teclado pero de haberlo hecho no habría podido pagar la ropa que le regalé a Bill.

Observaba emocionado como la vendedora la guardaba con cuidado en el estuche cuando sentía la mirada incesante de Bill dirigiéndose a mí. Le regresé la mirada y solo con vernos pude saber cuál era el problema. Bill estaba celoso de la chica que atendía la tienda. Cuando me di cuenta de esto, miré a la vendedora y ella me sostuvo la mirada y me guiñó el ojo. Era guapa, cabello negro recogido, con fleco largo hacia un lado, delgada, piel clara y cintura pequeña, unas nalgas grandes y levantadas, pese a esto, no diría que llamó mi atención desde el inicio porque yo iba pensando en mi regalo y en las canciones que había compuesto y que todavía tenía pendientes por ensayar, pero me pareció curioso que fuera tan directa en cuanto a sus coqueteos, en nuestra ciudad normalmente era yo quien daba el primer paso y ahora era más que evidente la razón de los celos de mi hermano.

El lenguaje corporal de Bill y sus pensamientos me decían a gritos que tal como lo hice afuera, lo tomara de la mano, le diera un beso o de alguna forma alejara la atención de la vendedora y le mostrara que él y yo éramos una pareja.

Le sonreí a Bill y saqué la mano del bolsillo de mi pantalón y la levanté, la mano de Bill estaba sobre el mostrador y cuando la iba a tomar recordé los secretos que me confesó de camino, su noviazgo con Derek, los demás chicos que seguramente ni siquiera conocía bien y que estoy seguro no le dieron el respeto que merece, que me siga reclamando por Andreas además de por las novias y chicas con las que me he acostado, pero sobre todo, el mensaje de Natalie y las palabras de Bill: "Me gusta, le gusto."

Llevé mi mano al estuche de la guitarra y acaricié el interior mientras la vendedora hacía los últimos ajustes y colocaba unas cuerdas de regalo en el interior, entonces la vi, le sonreí, no fue una sonrisa amistosa, más bien una respuesta positiva a su coqueteo.

-Qué hermosa...

-Gracias, tu igual. Oh, perdón, seguro te refieres a la guitarra. -Ella sabía lo que hacía y parecía que Bill no existía para ella. -¿Hace mucho que tocas? -acariciaba con el dorso de la mano el estuche de la guitarra.

-Sí, desde niño. ¿Tú tocas algo? -sonreí de lado y pasé la lengua un par de veces por el piercing de mi labio, del lado izquierdo, justo como la sonrisa que esbocé.

Con esta última pregunta bastó para que Bill me diera un golpe en el pecho con el puño, se diera la vuelta y con largos pasos dejara la tienda.

-Creo que tu amigo se puso celoso, mejor te cobro para que lo alcances. A no ser que quieras quedarte solo.

-Lo mejor es que te pague y lo busque hermosa, no somos de aquí y no quiero que se pierda. -Una vez que Bill se fue, mi actitud fue más relajada. De nuevo no pude contenerme y tuve la necesidad de desquitarme por el mensaje de Natalie. Sí, seguía sin superarlo.

-Qué lindo por preocuparte.- Le pagué, me dio la nota y con esta un papelito con su número de teléfono. - Yo creo que tu amigo te quiere solo para él.

-Él no es mi amigo, es mi novio. -La vendedora, que se llamaba Hanna, se quedó blanca como un papel y enmudeció por unos segundos

-Oh, lástima que seas gay, me hubiera encantado invitarte a salir. -Dijo casi en un susurro.

ALLES WAS ICH BINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora