Antes de darse cuenta...
Un empujón me hizo volver a la realidad justo al tiempo en que las puertas del metro se abrían y era tragada hacia el fondo.
Era una jungla, llena de los animales más imprudentes que se pudieran encontrar. La mejor parte -nótese el sarcasmo- era que debía cruzar esta jungla diariamente para llegar a la universidad antes de mi clase a las nueve de la mañana.
Recién eran las siete y veinte pero aprovechaba para irme con mi madre más temprano así ella me dejaba en la parada más cercana. El llegar a tiempo también significaba pasar un momento con mis amigos antes de que nuestras clases comenzaran y adelantar algunas tareas.
Ya eran las 7:40 cuando me encontraba cruzando las puertas de la universidad. El camino hacia la biblioteca no era tan largo, pero si a eso le sumábamos el terrible calor que estaba haciendo, sí lo parecería. Al llegar allí ya estaban Manuel y Vero, quienes siempre llegaban primero que todos. Les saludé con un rápido beso y abrazo para luego tomar asiento en el escalón al lado de Manuel. Me saqué la mochila y busqué el pequeño abanico portátil que siempre cargaba conmigo.
Sentí unos ojos sobre mí y me encontré con que él me miraba divertido.
—¿Qué? —pregunté con las cejas levemente fruncidas.
—Nada, siempre es divertido verte llegar. Pareciera que sales de un matadero.
Una risa seca resonó en mi garganta acompañada de un suspiro.
—Intenta venir en esa trampa mortal en hora pico a ver si no llegas también como un cerdo peleando por su vida.
—No, gracias. Con verte sufrir es suficiente, yo me quedo con mi autobús.
—Yo también —intervino Vero mientras le daba un sorbo a su jugo y continuaba con su tarea. Siempre andaba con materiales, papeles y dibujos encima, supongo que estudiar arquitectura no era tan fácil como pensaba.
—¿Me das un poco? —ella me miró confundida y yo señalé el jugo. Asintió con la cabeza antes de pasármelo.
Era sólo jugo de limón, pero el frío líquido se sintió como la gloria en mi sistema.
—¿A qué hora es tu clase? —le pregunté a Manuel mientras me quitaba el jugo.
—Dentro de cinco minutos —dio su único sorbo para luego ponerse de pie. Le devolvió el vaso a Vero, tomó su mochila y nos dio un beso a ambas en la cabeza—. Hablamos luego, mantén tu teléfono cerca.
—Pero si igual nunca tienes internet hasta que llegas aquí —le saqué la lengua. Hizo el ademán de tirarme su mochila y me puse alerta dispuesta a correr sólo por si acaso.
—Ay, babosa, tú ni corres.
—Tienes razón —me di la vuelta para ignorarle mientras se iba a la vez que sacaba mi desayuno—. ¿Tú a qué hora tienes clases, Vero?
—A las nueve. Sólo tenía que darle los toques finales a la maqueta —se sentó a mi lado y le di una de las tortillas que había traído.
—¿Alguien más ha llegado?
—Roman pasó a saludar diez minutos antes de que llegaras, iba treinta minutos tarde a su clase —dio su primer mordisco—. Evan puso un mensaje por el grupo de chat de que fueran a buscarlo porque no aguantaba a su profesor, ¿no lo viste?
Saqué mi celular de la mochila y abrí el grupo donde tenía cerca de cien mensajes sin leer.
Evan: Alguien.
» Algún ser que se apiade de mí.
» Esto de ser la mascota del maestro no es para mí. Renuncio.
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Nuestro segundo primer Amor ©
RomanceTras años de mantener sus emociones en pausa, la vida de Joy da un giro inesperado cuando Evan Mitchell entra en escena. Su corazón, ahora latiendo desbocado por aquel sujeto, deberá enfrentarse a aquello de lo que había huido durante tanto tiempo...