Capítulo 24

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-La profesora Umbridge leyó tu correspondencia, Harry, no hay otra explicación.

-¿Crees que fue ella quien atacó a Hedwig? -preguntó Harry indignado.

-Estoy prácticamente convencida de eso -respondió Hermione con gravedad-. Cuidado con la rana. Se te escapa.

Harry apuntó con la varita a la rana toro que iba dando saltos hacia el otro extremo de la mesa. El encantamiento convocados bastó para que la rana volviera a su mano.

Una de las mejores ventajas que tenía la clase de Encantamientos, era que era perfecta para poder conversar sin ser escuchados o interrumpidos, ya que generalmente había tanto movimiento y tanta actividad que era muy poco probable que ocurriera. Por ejemplo, aquel día de lluvia torrencial, el aula estaba llena de ranas toro que croaban con tanta fuerza como los cuervos graznaban.

-Empecé a sospechar que la profesora Umbridge te controlaba la correspondencia cuando Filch te acusó de encargar bombas fétidas, porque me pareció una mentira ridícula -prosiguió Hermione, mientras Harry, Ron y yo escuchábamos-. En cuanto hubiera leído tu carta habría quedado claro que no las estabas encargando, o sea que no habrías tenido ningún problema. Es una pésima excusa, ¿no te parece, Harry? Pero entonces pensé: ¿y si alguien solo buscaba un pretexto para leer tu correo? Esa habría sido la excusa perfecta para la profesora Umbridge: le pasa el dato a Filch, deja que él haga el trabajo sucio y que te confisque la carta; luego busca una forma de robársela o le exige que se la deje ver. No creo que Filch hubiera puesto objeciones porque ¿alguna vez ha defendido los derechos de los estudiantes? ¡Harry, estás aplastando a tu rana! ¡Y tú, Lottie, vas a dejar sin articulaciones las patas de tu cuervo! -solté un poco mi agarre y el cuervo, como si supiera lo que Hermione acababa de decir, me picoteó un dedo-. Anoche nos salvamos por muy poco -prosiguió Hermione-. Me pregunto si la profesora Umbridge es consciente de lo cerca que estuvo. ¡Silencius! -exclamó, y su rana enmudeció a medio croar, y la miró con reproche-. Si hubiese llegado a atrapar a Hocicos...

-... seguramente habría vuelto a Azkaban esta misma mañana -terminó Harry por ella.

Hice una mueca y me puse a jugar con mi cuervo, haciendo aparecer pequeñas flores con mi varita y haciendo que cayeran a su alrededor, mientras que él intentaba atraparlas.

-Bueno -siguió Hermione, luego de silenciar a la rana de Harry-, ahora ya sabemos que no debe hacerlo más. Pero no sé como vamos a comunicárselo. No podemos enviarle una lechuza.

Me ahorré el comentario que tenía en la punta de la lengua, porque ya me imaginaba que la respuesta sería una negativa, pero yo sabía que si me esforzaba lo suficiente, sería capaz de volar a Grimmauld Place y volver.

-No creo que vuelva a arriesgarse -terció Ron-. No es estúpido, ya debe saber que la profesora Umbridge estuvo a punto de atraparlo. ¡Silencius! -dijo, y su cuervo graznó más fuerte-. ¡Silencius! ¡SILENCIUS!

-Es que no estás moviendo la varita correctamente -comentó Hermione, mirando a Ron con su mirada de profesora que evalúa un examen-. No hay que sacudirla, hay que darle un golpe seco.

-Con los cuervos es más difícil que con las ranas -se defendió él.

-Lottie ya lo logró -yo los miré confundida y negué con la cabeza. Y como al distraerme dejé de hacer aparecer las florecitas, el cuervo no tardó en terminar de delatarme. Así que Hermione se volvió a dirigir a Ron-. Bien, a ver, cambiemos -le propuso, cambiando de lugar el cuervo de Ron con su rana-. ¡Silencius!

El cuervo siguió abriendo y cerrando su afilado pico, pero no emitió ningún sonido.

-¡Muy bien, señorita Granger! -dijo el profesor Flitwick con su voz chillona, lo cual nos sobresaltó, pues no lo escuchamos llegar a nuestro lado-. Y ahora veamos como lo haces tú, Weasley.

Charlotte y la Orden del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora