capítulo 4: Familiaridad

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80 comentarios y continúo.
Los números no cuentan

Reescribi esto cómo cuatro veces, posiblemente tiene muchos errores.

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—Eso es algo que me encantaría ver...

Esa voz... Era...

Se giró y un escalofrío recorrió su cuerpo.

Ghidorah.

Sin saber cómo actuar, el terror se plasmó en su rostro. Su respiración se volvió rápida y superficial.

—Saludos, demonio de fuego.—dijo, esbozando una sonrisa.

"Esto no puede ser verdad", pensó, sintiendo el sudor frío recorrer su espalda.

No podía enfrentarse a él, pero tal vez tenía una oportunidad.

Antes de hacer cualquier cosa, se frotó los ojos y movió la cabeza, tratando de comprobar si era una ilusión.

No desapareció.

Se pellizcó el brazo y sintió un dolor agudo. El pánico se apoderó de él.

"Carajo, esto no es una pesadilla". El señor de los cielos se puso a la defensiva, creando su armadura y su arma de nuevo. Sus manos temblaban, apenas pudiendo sostener su arma.

—No te acerques —amenazó, creando un arma de fuego en sus manos.

El viento frío incomodó a Rodan, quien sintió escalofríos de pies a cabeza. Desesperado, creó sus armaduras de fuego que lo cubrieron, esperando que le dieran algo de coraje. Una ráfaga de polvo en el viento le hizo cerrar los ojos brevemente, el miedo latiendo en su pecho como un tambor. Al abrirlos nuevamente Ghidorah no estaba.

Confundido, sacudió la cabeza, creyendo que había sido una ilusión. En su mente, suspiró con alivio y esbozó una sonrisa.

—Una ilusión... —murmuró, sacudiendo la cabeza y suspirando de nuevo.

Caminó cinco pasos hacia atrás, confuso por la situación. No sabía qué hacer ni qué no hacer, ni cómo su mente pudo crear una ilusión tan real. Al girarse, casi se chocó con algo extraño, estampándose contra ello. Se asustó y retrocedió, tropezando sin querer. Sintió el miedo apoderarse de él nuevamente.

Un agarre en su cintura lo salvó de caer al suelo.

— ¿No nos saludaras?— habló el dorado, Rodan no lo entendió y se apartó guardando su distancia— es incomprensible...

—El rey...— logró apartarse con mucha fuerza, en realidad Ghidorah lo había soltado—¿Cómo sigues vivo?

— Claro que lo hizo,— asintió— no te hemos visto en mucho tiempo demonio de fuego.— caminó hacia él.

— Contesta mi pregunta — apuntó la espada fina envuelta en lava en dirección al cuello del contrario.— Un paso más y te cortó la cabeza.— amenazó.

—Es inútil. —dijo con una frialdad implacable, avanzando con determinación. Sin inmutarse por la espada que le cortaba el cuello, la tomó con firmeza y la rompió con un movimiento decisivo. —Ni siquiera lo intentes.

Rodan, aterrorizado, observaba con ojos desorbitados mientras una calma inquietante se apoderaba de él.

—Han sido largos años, ¿no? —dijo el dragón dorado, cruzándose de brazos y mirando al demonio con una intensidad implacable.

Desesperado, el demonio decidió...

Correr.

Extendió sus alas y despegó, pero el dragón dorado lo detuvo con un tirón rápido. El demonio logró liberarse con una patada y ascendió al cielo. “Me matará si no hago algo”, pensó Rodan, forzando sus límites.

El Imperio Del Mounstro Que Devoró Una Estrella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora