Lavar los trastes no fue una tarea tan desagradable como imaginaba. De hecho fue muy sencillo, salvó por los que tienen cosas pegadas en el fondo. Aún así no me desanimé. Para aligerar el ambiente puse en un tono bajo el reproductor de mi móvil y escuché música mientras terminaba.
Me balanceaba al ritmo de la música agradable que el dj me proporcionaba y canté las partes en inglés.
—Pero mira nada más —una voz masculina me hizo dar un salto debido al susto.
Inmediatamente detuve la reproducción de música y me giré para encarar al dueño de esta.
El mismo chico de la noche anterior yacía recostado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y la mirada puesta en mi. Pero lo que llamó mi atención fue la sonrisa ligera de medio lado que me brindaba.
Ahora que hay luz eléctrica pude detallarlo aún más.
Él era muy alto, con músculos definidos pero no exagerado. De unos veinte o veintiun años. Su cabello negro que le caía por la frente desordenado como si no lo peinara nunca. Sus cejas muy oscuras y sus ojos ligeramente rasgados de un tono oscuro que podrían indagar en lo profundo de la gente sin que se pudiera evitar. Los labios delgados que se curvaban en esa sonrisa que comenzaba a ponerme los nervios de punta.
Llevaba un traje camuflado negro y café. Botas de combate y una venda ensangrentada cubriendo su brazo derecho. Fue justo ahí que me detuve de mi escrutinio y sin poder evitarlo caminé hacia él.
—¿Te encuentras bien? —mi preocupacion era genuina.
—Nada que una sutura y un par de analgesicos no solucionen —dijo desinteresado.
—¿Puedo ayudarte? —pregunté consternada por su herida.
Su mirada se crispó un tanto sorprendida. Era gesto de duda que se impregna en él. Confusión se arremolinaba en sus orbes. Lo podía ver. Pude ver como su mirada pasea dudosa por mi cara. Como si no estuviera acostumbrado a la ayuda.
—¿Y por qué lo harías? —soltó dudoso.
Su pregunta me descolocó.
—Porque estás herido —contesté obviando.
—¿Y tú qué ganas con ello?
<<¡Dios que pregunta tan tonta!>> Pensé sin decírselo.
—Absolutamente nada. Solo lo hago para ayudar. Pero si no quieres entonces seguiré con mi tarea —me dirigí nuevamente al lavatrastes.
—Espera
Me detuve y lo encaré una vez más.
—No me vendría mal un poco de ayuda —murmuró dudoso.
—¿Hay algún botiquín por aquí o algo de material de enfermería que me pueda servir? —dije al tiempo en que miré por toda la cocina vieja.
—Sino mal recuerdo Mar guardo uno debajo de aquella gaveta. Pero no estoy seguro. Tiene mucho tiempo que no vengo a este lugar.
Re busqué entre los cajones que me indico hasta que encontré una caja metálica la cual para mi fortuna alberga lo que necesitaba.
Saqué desinfectante, un par de gasas y material de sutura. Las vendas eran grandísimas diseñadas para cubrir grandes heridas y un malestar de ansiedad se instaló en mi pecho imaginando para que habían Sido adquiridas. Pero sacudí mis pensamientos y curiosidad y busqué un cuchillo para cortarlas en tres pedazos.
Mientras hacía aquello él me miraba fijamente. Al percatarme de aquello la picazón en mi piel volvió. Pero está vez fue un calor ligero que hizo que mis mejillas se encendieran sin que pudiera evitarlo.
ESTÁS LEYENDO
Hermosa Destrucción©
General FictionTus ojos otorgan el resplandor que obliga a mi oscuridad a desvanecerse...