Capítulo III

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COMENZAR DESDE CERO

Pasaron unos minutos antes de que yo reaccionara. Aquello sucedió tan rápido que no tuve tiempo siquiera de comprender la extraña situación que estaba ocurriendo.

La puerta permaneció cerrada mientras yo me debatía entre entrar y gritarle a ese imbécil que yo solo era parte de una red de confusiones y desastres, o correr a mi habitación sin hacer preguntas.

Opté por lo segundo.

Corrí a mi habitación me quité los zapatos deportivos y me enredé en las cobijas. De pronto me sentí débil y con mucho frío.

Tenía miedo. Ya no me encontraba en la seguridad de mi hogar. Ya no tenía a alguien cuidando de mi, y sobre todo, me sentía sola, aún más sola de cuando vivía con mi padre.

Estaba teniendo un sueño intranquilo cuando percibí que abrían la puerta de mi habitación. El horror se apoderó de mi y no hice más que enterrar la cara en las cobijas.

Escuchaba pisadas recorrer la habitación para acto seguido notar que alguien se sentaba en la orilla de la cama.

La luna era la única luz filtrada por las viejas cortinas. Todo estaba en penumbras asiendo aún mi presencia menos notoria.

Me aferré a las sábanas como si ellas me fueran a proteger del inminente peligro en el que me encontraba.

El ruido de un par de botas caer en la madera aumentaron mi terror. Y el sentir que alguien se acostaba en la cama sin ninguna delicadeza puso mi corazón al mil.

De pronto una mano comenzó a tocar las sábanas muy cercanas a mis pies.

No pude evitar el grito de miedo que di cuando dichas manos me tomaron con fuerza y me jalaron hasta quedar debajo del cuerpo amenazante de un hombre.

—¡¿Pero que carajos!? -gritó el desconocido.

—Por favor no me hagas daño -supliqué.

—¡Que diablos!

Por unos segundos sentí alivio al percatarme de que el peso del hombre se había ido pero todo regreso tan violentamente cuando esté de alguna parte prendió una vela que apenas y alumbraba su rostro.

—Por favor no me hagas daño. Marlia me ha dejado dormir aquí. Había dicho que el dueño tenía tiempo de no venir

—Y se le ocurrió darle mi lugar a una desconocida

—No lo sé. Simplemente quería dormir.

—¡Largo de mi habitación!

—¡Estás demente!

—¡Fuera!

—¡No!

—¿Pero que carajos?

—Ya te dije que no. Es más de media noche. Mañana me iré —no podía salir y quedarme afuera lejos de un lugar seguro.

—Pues entonces me iré yo

—Pues vete

El tipo se quedó mirándome unos segundos. Acercó la luz a mi rostro y guardó silencio.

Hermosa Destrucción©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora