Amanecer

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El sonido de las olas había desaparecido casi por completo. El mar estaba en calma, plano y cristalino. El sol iba saliendo lentamente a las espaldas de nuestros protagonistas, tiñendo el cielo con tonalidades de amarillo y naranja. Las pocas nubes que había eran pequeñas y se perdían como pequeños trazos en aquel cielo enorme. La brisa soplaba suavemente sobre la piel de Thony, quien yacía sentado en la arena junto a las cenizas de la fogata de anoche. Mauro estaba profundamente dormido sobre la arena boca arriba.

Frente a aquel paisaje hermoso, Thony reflexionaba sobre sí mismo, sobre su estado actual y el venidero. Reflexionaba sobre cuán útil era y podía serle a su nuevo compañero. Sobre pensar y sobre prensar, esa era su gran maldición. Las voces en su cabeza así lo hacían ser: siempre juzgando, siempre menospreciando y, en muchas otras ocasiones, enalteciéndolo con un ego desbordante. A veces pecaba de narcisista.

Para un Iluminado, poseer un conocimiento detallado del mundo es completamente necesario. Cuanto más conocimiento y detalle tenga, más complejo y poderoso se vuelve su Don. Ciertamente, durante sus tiempos de escuela y universidad, había aprendido muchas cosas sobre los procesos físicos, la materia y el espacio. Sin embargo, nunca había realizado el ejercicio mental de visualizar esos pequeños procesos que ocurren a nuestro alrededor todos los días. ¿Y para qué? Son cosas que suceden en segundo plano y rara vez nos detenemos a reflexionar sobre ellas. A veces, más que vivir, solo existimos, sin darnos cuenta de que la mera existencia en sí misma es algo asombroso, con tantos obstáculos y peligros en el camino.

Tomando un puñado de arena en sus manos y mirándolo fijamente, Thony pensó en cómo eran esas pequeñas rocas diminutas que habían sido arrancadas de rocas más grandes, ya sea por el mar, el aire o simplemente el paso del tiempo. Comenzó a visualizar cómo esas pequeñas piedrecitas se unían unas con otras, apretándose fuertemente hasta formar una piedra más grande. Permaneció así durante unos 26 segundos hasta que aquel puñado de arena se transformó en una roca. En el proceso, el espacio circundante al punto focal, es decir, sus manos, se distorsionó ligeramente.

En un combate, los segundos eran cruciales; 26 era demasiado lento. Debía practicar más. Con Mauro, había aprendido combate y ciertas cosas de brujería de manera teórica, ya que él no podía usar el poder del alma. Lo que más le había impactado hasta ahora era el tema de los sigilos. "Sigilos", dijo en su mente. En ese momento, se sintió iluminado, y escribió con sus dedos en la arena: "Solidificar". Era una sola palabra, aunque mantenía la intención de endurecer algo. Tomó un puñado de arena nuevamente y, con aquella intención en sus manos y en su mente, visualizó nuevamente el proceso. Esta vez le tomó 15 segundos crear la roca. Sonrió; aunque aún era demasiado, el avance fue notorio.

Tomó agua entre sus manos y, con la misma intención pero esta vez hacia otro proceso, visualizó las pequeñas moléculas de agua, cada vez más juntas, cada vez más lentas. El dolor en sus manos por el frío lo interrumpió, y dejó caer el agua fría semi congelada a la tierra. Habían pasado 10 segundos. Soltó una leve carcajada, y su ego subió un poquito dentro de sí. Algunas voces lo alentaron y otras no.

Ambas rocas flotaban frente a él, y luego giraban sobre su cabeza como satélites orbitando un planeta. La telequinesis era más fácil para él, dependiendo del tamaño y peso de los objetos. Desde la choza, doña Carmen lo observaba con gran potencial. En ningún momento interrumpió su espacio, solo observaba. Luego de un rato de estar sentado, se puso de pie, pero lo hizo con estilo, empujando el aire detrás de sí y levantándose lentamente, como si estuviera levitando. Al voltear, vio a la anciana, le sonrió y caminó hacia ella.

- Buenos días, señora Carmen. ¿Cómo amaneció? - le preguntó Thony con gentileza.

- Muy bien joven ¿Y usted? - respondió.

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