Infinito, el libro de la creación

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Antes de que la nada fuera todo, antes de la existencia misma, en ninguna parte o en algún lugar, se encontraba el primigenio flotando sin dirección, puesto que no había punto de referencia. Solo estaba él y la oscuridad absoluta que lo rodeaba desde todas direcciones, o tal vez ninguna. Aquel ser de energía, en algún punto determinado, no del tiempo porque ni siquiera eso existía, cobró conciencia y forma, dando inicio a su despertar y convirtiéndose en un ser pensante.

En su mente, millones de pensamientos ocurrían al tiempo. En todos y cada uno de ellos, intentaban darle sentido a la nada que lo rodeaba y también a sí mismo, concluyendo siempre en su mera existencia, en el yo. En aquella vasta oscuridad, intentó imaginar más como él, pero esto le fue imposible ya que su mente estaba a oscuras. Así que pensó en aquello que inversamente la oscuridad es, y creó la luz. Una bola de energía pura brotó de él y flotando a su alrededor, al menos iluminaba todo lo que estaba cerca de sí mismo. Ahí pudo observar su cuerpo, sus manos, pies y torso desnudo, pero no podía ver su rostro. Levantó sus manos y la gran bola de energía se posó sobre él, aumentando su tamaño e iluminando un espacio más amplio. Ahí pudo ver lo que se ocultaba en la oscuridad o más bien lo que la conformaba: miles y miles de millones de criaturas indescriptiblemente horrendas se encontraban juntas, revoloteando unas con otras, gritando o gruñendo al ver aquella luz. Sin formas claras y rasgos ominosos, alzaban sus bocas y ojos oscuros hacia la luz. El primigenio no estaba solo.

Al ver esta escena lovecraftiana, el primigenio se llenó de un terror cósmico que invadió todo su ser. Aquellas criaturas no eran iguales a él, y esto lo desconcertaba. La bola de energía desapareció, dejando todo a oscuras y en silencio nuevamente. Luego de estar a oscuras durante un gran periodo, entendió que todas aquellas figuras eran una proyección de sí mismo, de la oscuridad en su mente a la cual intentaba darle sentido. Al pensar tanto en ello, lo materializó a su alrededor. Nuevamente materializó la luz e iluminó todo a su alrededor. Esta vez, los seres deformes que lo rodeaban estaban ahí, inmóviles, viendo la luz y al primigenio sobre ellos. Este sonrió al presenciar la nueva escena.

Habiendo alejado un poco la oscuridad, empezó a visualizar más como él. Miles de pensamientos cruzaron su mente para finalmente emanar la esfera de luz nuevamente y observar su nueva proyección. Entre las sombras, se veía un ejército de "hombres" flotando en todas direcciones pero inmóviles. Todos ellos con la peculiaridad de que no tenían rostro. A diferencia de las bestias oscuras del principio, estos no parecían estar vivos. El primigenio no entendió qué había hecho mal. Esto lo llenó de cólera y, soltando un grito de furia a la nada, la esfera de luz sobre él creció desmedidamente a la par que su ira. Hasta que, habiéndose vuelto demasiado enorme, se reventó. La ráfaga de energía salió disparada en todas direcciones, impactando en el trayecto al primigenio con su propia energía. Empezó a destruirle el cuerpo mientras lo atravesaba. Todo pasó tan rápido y de forma tan caótica, dejándolo inconsciente.

Luego de que la nada se convirtiera en todo y que gran parte de la oscuridad fuese apartada por la luz, el primigenio perdió sus poderes. Desde el origen, su energía se esparció en todas direcciones en llamaradas de luz que se alejaban de él a una velocidad descomunal. Eones después de aquel suceso, aún quedan destellos de energía que viajan por cualquier parte, como cometas en el espacio.

El primigenio quedó flotando en el vacío, donde no existe dirección. La única pequeña parte donde no hay nada, excepto él mismo y la densa oscuridad que lo cubre como un manto. Aquel hecho se escapó a su control. Jamás esperó que fuera de tal magnitud y mucho menos que esto lo dejara tan destruido. Pudo observar ahora la oscuridad bañada de múltiples tonos de luces y formas por el ahora ESPACIO. Veía cómo ráfagas de energía aún pasaban en todas direcciones, puntos de luz a la distancia que, extendiendo su brazo, intentó tocar infructuosamente. Viendo su brazo destrozado hasta el codo, bajó su mirada para solo contemplar lo que débilmente ahora era: un torso cercenado con un brazo a medias y múltiples agujeros. Incluso encontrándose débil mentalmente, entendió que gran parte de su energía y conciencia había abandonado su cuerpo. Sin aliento e inmóvil, no pudo hacer mucho más que cerrar sus ojos y dormir, a la espera de que la esencia de su energía volviera a él.

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