Capítulo 10 «Bonus»

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Tocó la puerta dos veces antes de escuchar un adelante desde el otro lado. Conocía esa voz bastante bien, tan bien que tuvo el impulso de huir y no volver a intentar comunicarse con la empresa, pero no tenía muchas opciones.

Entró lentamente, rezando en su mente porque solo fuera su imaginación y la persona detrás de la puerta solo tuviera el mismo apellido y la misma voz.

—Señor Huang Renjun —el nombrado lo miró y cerró los ojos. Por supuesto que era él.

—Buenos días, señor Na —le hizo una reverencia y se quedó de pie junto a la puerta, temiendo acercarse.

Jaemin sonrió con amabilidad y le enseñó el asiento frente a él. —Por favor tome asiento.

Preferiría volver a casa, pensó mientras se dirigía al asiento.

Volvieron a quedarse en silencio. Renjun podía sentir como sus manos temblaban y sus pies se movían ansiosos.

—Es bueno volver a verte —confesó el rubio—. Entrégame tu portafolio, por favor —Renjun lo sacó de su bolso y se lo pasó, tratando de no tocarlo—. ¿Crees que te contagiaré algo si me tocas?

—¿Perdón? No, para nada. Pero supongo que no debo tocar a mi posible jefe —trató de lucir tranquilo, aunque era obvio que estaba entrando en pánico.

Jaemin ojeó el portafolio y asintió. —Perfecto. ¿Puedes comenzar mañana?

—Por supuesto —respondió de manera irónica.

—De acuerdo, dame un segundo —marcó unos números en el teléfono junto a él. Renjun abrió sus ojos, sorprendido; no esperaba para nada eso—. ¿Podrías traerme el contrato del señor Huang?

En cinco minutos apareció la chica que le había hablado en la recepción, volviendo a sonreírle. Le entregó el contrato a Jaemin y les hizo una reverencia a ambos antes de marcharse de regreso a su lugar.

—Léelo y dime que piensas.

Renjun en modo automático buscó sus anteojos en el bolso y leyó todo el contrato lentamente, tratando de darse más tiempo para pensar en si debía aceptar firmar un trato con el diablo.

La paga era ridículamente buena y el horario le favorecía bastante. Casi parecía que lo había espiado para darle lo que quería a cambio de su vida. Renjun sentía que había algo que estaba pasando por alto, pero no sabía qué.

—¿Vas a leerlo todo el día o firmarás?

—Deme un minuto, señor Na.

Volvió a leer la última página y se dio cuenta, mirando a Jaemin de inmediato.

—¿Por qué dice que debo ir a todas partes contigo? Pensé que solo estaría aquí con los demás artistas.

Jaemin dejó de sonreír, poniéndolo más nervioso.

—Es la condición.

—¿Qué pasa si no quiero aceptarla? —el rubio frente a él levantó una de sus cejas—. No creo que sea profesional lo que estás haciendo.

—¿Quién te dijo que soy profesional? —sonrió con sorna—. Tú mismo lo dijiste en la cafetería hace unos meses. Sabes a lo que me dedico —movió sus cejas todavía sonriéndole descaradamente.

—Muy bien, entonces rechazaré tu propuesta —se levantó de su asiento—. Que tenga buen día, señor Na.

La sonrisa que tenía en su rostro se borró de inmediato al oír las palabras de Renjun. Jaemin golpeó el escritorio y también se levantó de su asiento. —Soy el único que te dará trabajo, Renjun. Los demás no te aceptarán jamás.

El último de los NaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora