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Capítulo 3

Una taza de té

Si hay algo que he aprendido de ustedes dos, es que no hay nada que disfrutaran más que una tarde en el porche de su finca viendo el atardecer, tal vez con un trago de sake (sólo para tí, ya que por alguna razón Tomioka decidió ya no tomar más alcohol) o tal vez con dos tacitas de té.

Paz. Eso era lo que más buscaban. Un momento para relajarse después de todo lo que les había tocado vivir. Pero, a pesar de su amor por la calma, a veces también existía la necesidad de salir al mundo real, y una cita era la excusa perfecta para salir de su encierro.

Kioto nunca fue la ciudad más pacífica, pero tampoco la más ajetreada de Japón. Tiene sentido que hayan elegido aquel lugar para ir, por una vez, a comprar cosas para su ahora compartido hogar. La vida tenía que seguir, y la monotonía la podía volver aburrida.

No hacía frío ni calor esa mañana, a juzgar por el aspecto de las nubes. El sol no parecía ser uno que quemara la piel, y podía notar la brisa en los árboles. Era, sin dudas, un día agradable.

Partieron a eso de las ocho de la mañana. Giyuu se quejaba un poco de que aún estaba cansado, y de que le dolía la espalda, y tú no hacías más que escucharlo con una ligera irritación, pero también comprensión.

La estación de trenes estaba prácticamente vacía a esa hora, por lo que la espera no se hizo agobiante ni molesta en ningún momento. Sólo un poco aburrida, diría yo, aunque el viaje tampoco fue excepcionalmente divertido. Giyuu durmió prácticamente todo el camino, mientras que tú tomabas ya tu tercera taza de café cuando ya estaban llegando a la ciudad.

Cuando por fin bajaron, la cantidad de personas en la estación pareció impresionarlos a los dos, incluso un poco más a tí que a Tomioka, pero sin dudas él estaba más incómodo. Apretaste su brazo por un par de segundos, no sé si por miedo a perderlo entre la multitud o por la ansiedad que te generaban las personas. De igual forma, pienso que fue algo muy tierno de tu parte. Aunque no tardaste en dejarlo ir.

— Tengo sueño — se quejó Giyuu. — Tal vez hubiera tomado un poco de tu café. Nunca lo he probado en realidad.

— Entonces no has vivido — respondiste como si fuera obvio. — ¿Quieres ir a tomar algo?

Giyuu asintió con una pequeña sonrisa de por medio. En una ciudad, ambos sabían bien que no podían tomarse las manos pero, oh, cómo querían hacerlo ¿No? De todas maneras, caminar lado a lado rozando las puntas de sus dedos de vez en cuando era más que suficiente para ustedes.

Si algo sé de tí, Sanemi, es que siempre odiaste las multitudes de gente. No de la forma en que lo hacía Giyuu, a quien más que nada lo incomodaban, pero a tí te ponían, directamente, de mal humor. Pero supongo que tengo que estar orgulloso de tí, ya que en realidad supiste controlarlo muy bien en esa ocasión. Aunque no era muy difícil notar lo irritado que estabas, puesto que apretabas las manos de una forma tan fuerte que se veían de un color rojizo.

En algún punto del camino, Tomioka se aferró a tu brazo, algo nervioso pero no necesariamente molesto. Le diste una mirada algo molesta, lo cual me confundió un poco.

— Aquí no, Tomioka — mascullaste, sin voltearlo a ver, como si tuvieras miedo de que alguien los descubriera. Es entendible, la sociedad no comprendía bien a la gente como ustedes en ese entonces.

Crónicas de un huracán || Kimetsu no Yaiba Fanfic ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora