▪︎4▪︎

285 24 260
                                    

Tw: menciones de auto-lesiones, ataques de pánico, abuso intrafamiliar

Capítulo 4

Ohagi y daikon de salmón


A veces, no puedo evitar extrañar a quienes alguna vez fueron mis amigos. Añoro esos tiempos en los que reía junto a ellos por largas horas, cuando compartíamos nuestras comidas como también compartíamos recuerdos de tiempos mejores, de cuando aún éramos felices, como los niños como nosotros deberían de ser. Cuando nos solíamos abrazar, sintiendo nuestro calor y nuestra compañía. Cuando sabíamos que no estábamos solos.

Pero esos ya son tiempos pasados, recuerdos vagos y lejanos de cuando éramos felices y las preocupaciones que teníamos eran otras ¿No, Nemi?

Bueno, la verdad es que, siendo completamente sincero, no sé cómo viviste tú esa época. Sólo pensabas en eliminar a cada maldito demonio de nuestra tierra, pues sólo buscabas encontrar la felicidad de nuevo. Querías volver a lo que era nuestra vida antes. Tenías la pequeña esperanza de que, si conseguías matarlos a todos, todo volvería a ser como lo fue una vez. Cuando éramos niños.

Pero, muy en el fondo de tu corazón, sí sabías que eso era imposible ¿No es así? Lo tenías dolorosamente claro. Sabías que no volverías a ver a mamá ni a nuestros hermanos, por más que quisieras. No volverías a cuidar de nosotros, a preparar una cena para seis, o siete, si es que podías darte el lujo de alimentarte a tí mismo.

Qué curioso es que todo el mundo vive el duelo de una forma distinta. Perder a alguien, ya sea cercano o simplemente un conocido, duele hasta la raíz, hasta lo más profundo del corazón. La desesperación, la falta de esperanza. El saber que, en ésta vida, ya no volverás a ver a esa persona, ni a oír su voz. Jamás volverás a sentir el calor de un abrazo suyo. No oirás nunca más su risa.

La pérdida, el duelo, la frustración, el dolor. Todos ellos son sentimientos que a la gente le aterran y de los que, no obstante, no pueden huir por más que quieran. Al menos a mí me aterraban. Pero sé que tú les tenías más miedo que yo. Preferías ser tú el que dañara a las personas, alejarlas a toda costa, para no tener que preocuparte de sentir el dolor de perder a alguien más.

Creo que conoces a alguien muy parecido a tí en ese sentido.

Pero, Sanemi ¿Acaso tú me tenías miedo? Porque, ciertamente, yo nunca te tuve miedo. Tanto fue así, que incluso se podría decir que te admiraba.

Aquél horrible día en el que perdimos a mamá y a nuestros hermanos, ese mismo día en el que, por primera vez, manchaste tus manos de sangre con tal de protegernos a nosotros, con tal de protegerme a mí. Ese día, Sanemi, supe que te perdí. Y, aunque tu corazón seguía latiendo, aunque aún respirabas y sentías, ese día supe que nunca más serías tú.

Por más extraño que suene, hermano, desde aquel momento comencé a llevar un duelo en mi corazón. El peor, y el más largo duelo que he llevado en mi vida. Toda mi alma estuvo puesta en tí desde ese día. Estaba empeñado en recuperarte, aunque muy bien sabía que ya te había perdido.

Y es que el duelo no sólo se lleva cuando alguien parte de este mundo, no. El duelo existe también cuando se pierde algo, una amistad, un lazo. Un hermano. Una forma de vida. Sabía que tú no volverías a hablarme, y eso me dolía, creo, más que la muerte misma.

Pero ahora que estoy muerto, descubrí que hay otro tipo de duelo. Perder algo material, o incluso a una persona es doloroso pero ¿Qué hay de cuando se pierde la vida?

Eso yo lo sé muy bien. A ésto me refería cuando te decía lo mucho que me dolía extrañar a mis amigos de ésta manera. Extraño también a mi Muichiro, mi chico infinito. El sentimiento de tocar sus suaves y blancas manos, de ver sus ojos brillantes y risueños, de escuchar su preciosa voz y probar el sabor de sus labios. Algún día lo entenderías (qué irónico es decirle eso a tu propio hermano mayor).

Crónicas de un huracán || Kimetsu no Yaiba Fanfic ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora