Parte doceava

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Tarareando "Twinkle Twinkle Little Star", busco alcanzar el sueño de alguna manera, pero este me es esquivo. Quizás mi subconsciente trata de protegerme, presintiendo las pesadillas que de seguro me acompañarán de ahora en adelante.

Cómo quisiera estar en mi cama, extraño mi laptop, mi escritorio, mis cosas. Quién lo diría, extraño hasta los regaños de mamá.

Qué complicado es todo, ¿debería simplemente escapar lejos? Pero no duraría mucho por mi cuenta en este mundo hostil. Qué complicado es todo.

Me pregunto qué será de ella, ¿estará mirando las mismas estrellas que yo? ¿Me habrá extrañado aunque sea un poquito cuando desaparecí? ¿Habrá salido ya "Vientos de Invierno"? Qué pena, nunca sabré cómo acabó esa historia.

Mi bella amiga, mi bella amiga, tengo miedo, todo está oscuro, tengo miedo, quisiera verte otra vez.

"Twinkle Twinkle Little Star"... Mañana tengo que fingir que nada me afecta, tengo que ser duro, tengo que demostrarles que soy digno. Mañana tengo que perseguir a YanaPuma, puma negro, curioso nombre no es que el mío sea muy diferente. Pensándolo mejor, tengo que ir directamente a Kuelap, eso es mejor, siempre he querido ir a Kuelap, ahora lo veré en todo su esplendor, tengo que tomar Kuelap antes de que se recupere, mañana, mañana temprano tengo que hacerlo.

Arcos, necesito arcos, muchos arcos, las flechas son efectivas para matar, tengo que matar, matar a tu pueblo, mi querida, ¿serán tus antepasados? Ya he teñido de roja sangre el suelo de tu ciudad. ¿Me perdonarás?

La la la, amazonenses unidos, cantemos con la fuerza del gran Marañón...  

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Ayar Cachi instó a su exhausto señor para que se retire y descanse en su tienda; en las arrugas de su rostro se reflejaba preocupación. Había estado murmurando en una lengua extraña que nunca antes había escuchado, pero a pesar de no entenderlas, sí identificó la profunda tristeza que emanaba. ¿Será un lenguaje para hablar con los dioses?, se preguntó. La batalla había afectado al joven príncipe más de lo que habría imaginado. Es de entender; esta era su primera campaña, y el mal aire del Supay a veces invadía los corazones incluso de veteranos guerreros. Al Supay le encantaba vagar por los campos de batalla; el olor de la muerte atraía al temido gobernante del Uku Pacha.

Pero confiaba en que esto no sería un problema a largo plazo; en su interior, cada uno pelea con sus propios demonios, y si uno mismo no puede vencer sus propios temores, nadie más lo hará.

A pesar de sus grandes dudas iniciales sobre la decisión del Sapa Inca en otorgarle el mando a Ninan Cuyuchi, esta percepción inicial fue diluyendo a medida que iba interactuando con él. Con el transcurrir de los días, sus creencias fueron desbaratadas una y otra vez. Dejó de verlo como un niño; tenía una visión extraordinaria de las cosas, como si dentro de si guardase las experiencias de generales que han batallado mil batallas. Sus nuevas tácticas eran fascinantes, en especial la falange; incluso él quedó sobrecogido frente a la mortífera efectividad de esta formación. La única explicación para estas maravillas, como se rumoreaba en Cusco, es que efectivamente tenía el favor del Inti Tayta. El Auqui era después de todo descendiente de Pachacutec el transformador y Tupac Yupanqui el navegante.

Solo ahora, fue consciente de nuevo, de que pese a sus proezas, seguía siendo un niño, y el espíritu de un niño puede quebrarse con más facilidad, porque aún su tallo no es lo suficientemente grueso para resistir a la tempestad. Pero por mucho que quisiera ayudarle, esta es su propia lucha, la lucha que todos pasamos alguna vez. En la tienda, el Auqui ahora parecía estar entonando una melodía que tampoco podía entender, presintiendo que sería una larga noche para el príncipe; le deseó suerte en su lucha con sus demonios.

Ayar Cuchi reunió a los Ñawi Pununa, otra excelente creación de su señor, para que informen si ha habido algún movimiento inusual del astuto Yana Puma. Pese a su derrota, aún contaba con fuerza suficiente como para tomárselo con calma. Al parecer, los dispersos chachapoyas habían logrado reunirse en su propio campamento. La lluvia que parecía no querer parar, y lo exhaustos que estaban las tropas incas, impedían lanzar un ataque esa misma noche; además, esa decisión no le correspondía a él tomarla.

La batalla había sido un tira y afloja entre los dos bandos; a ratos la victoria se decantaba por los chachapoyas, y a ratos por los Incaicos. Yana Puma estuvo a la altura de su reputación; Ayar Cuchi se preguntaba si hubiera sido él quien dirigió la campaña, ¿habría vencido igual? Sin ninguna de esas innovaciones, era consciente de sus propias capacidades, y no, él no habría podido lograrlo con ese número de tropas; habría pedido más hombres a la sede imperial. Yana Puma habría vencido a un ejército imperial de ese tamaño con facilidad, pero qué lástima, que su oponente haya sido alguien como Ninan Cuyuchi, quien prácticamente hacía trampa...

La noche caía lentamente sobre el terreno empapado de lluvia, y aunque la luna intentaba asomarse entre las nubes, su luz apenas alcanzaba a iluminar la penumbra. El fortificado campamento seguía ruidoso en medio de la oscuridad creciente, alumbrado por antorchas de chamizo, con el sonido de los herbolarios y curanderos atendiendo a los heridos, y el lamento silencioso por los caídos. La aurora al fin asomó su rostro, y el sol, a diferencia del día anterior, brillaba intensamente. Bajo el sonido de los tambores y las caracolas, las formaciones se establecieron una vez más para ¿otra danza sangrienta?


Imperio Inca un nuevo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora