Parte quinceava

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Perdido dentro de sí mismo, Ninan Cuyuchi recordó al maestro Shifu y a su "entrada dramática"; sonrió levemente al pensar que haría algo como eso en esta ocasión

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Perdido dentro de sí mismo, Ninan Cuyuchi recordó al maestro Shifu y a su "entrada dramática"; sonrió levemente al pensar que haría algo como eso en esta ocasión. El impacto visual en la primera impresión es fundamental; cuesta mucho más cambiar la perspectiva que causaste la primera vez, ya sea buena o mala. Las apariencias sí que importan, sobre todo si tienes que jugar con quienes pueden ser hostiles hacia ti. Con eso en mente, había dispuesto un espectáculo memorable en lo que cabe, para sus invitados.

Uno a uno, acompañados de algunos hombres y mujeres cargados de vasijas, ornamentos, telas y comida, fueron llegando uno por uno los cinco jefes. Ninguno se atrevió a faltar a la convocatoria del señor imperial; se les había dicho que podían rechazarla si así lo deseaban, pero ¿Quién sabe si eso era una trampa para acabar con ellos y arrasar sus aldeas como un ejemplo para los demás? además, ¿por qué fueron convocados específicamente ellos, y no otros jefes? Con estas tribulaciones en mente, decidieron acudir al campamento, llevando consigo como obsequios lo más ostentoso que podían permitirse.

Tullpa Uctu, perteneciente a una de las pocas comunidades de los sachapuyos que quedaban en Bagua, fue el último en llegar, preguntándose si podría sobrevivir a este encuentro. Los poderosos curacas del interior dirigidos por Kuelap habían levantado las armas contra el gobierno actual, muchos clanes respondieron a la llamada, pero a él, como a sus hermanos de estas cercanías, no se les había tenido mucho en cuenta; a lo sumo podrían ofrecer algunos pocos cientos de guerreros entre todas las comunidades, algo insignificante en comparación con los millares que podrían enviar los levantinos, chillaos, luyas y otros poderosos señoríos. En el pasado, Bagua también albergó un importante contingente, pero este menguó en la guerra de conquista de Tupac Yupanqui. Después de la cual, algunas comunidades fueron deportadas a otras zonas del Tawantinsuyo; otros se replegaron de vuelta a las tierras de las neblinas. En conclusión, los pocos que se quedaron viviendo allí ya no tenían el poder de antaño, pero seguían siendo chachapoyas a pesar de todo. Quizás el ejército inca quería desquitarse con ellos por la rebelión de sus parientes; con esto en mente, no le importaría ofrecer su cabeza si evitaba una matanza contra su gente, su sacrificio podría salvar a muchos; era un precio aceptable.

Apenas comenzaron a acercarse al campamento, con sus acompañantes, a Tullpa Uctu le salió al encuentro una comitiva de hombres armados que triplicaba su grupo. Alzó la cabeza con entereza; si era su final, no avergonzaría a sus antepasados. Sin embargo, para su sorpresa, no tenían ninguna mala intención; estaban allí para escoltarlos como "guardia de honor". Esto, hizo fruncir su ceño, ¿Qué pretendían exactamente?

Después de recorrer el último recodo, el campamento apareció frente a los ojos de los visitantes. Tullpa Uctu ya había escuchado sobre sus características; aun así, no pudo evitar quedar admirado frente a las zanjas, empalizadas y las torres de vigilancia, mirando evaluativamente cómo podría atacar semejantes fortificaciones. Apenas penetraron las puertas, un sonoro pututu anunció su llegada. En lo alto de una colina, se erguía una majestuosa tienda de campaña. La tienda, hecha de finas telas de alpaca y decorada con motivos dorados que relucían bajo el sol, estaba rodeada de numerosos guardias de mirada adusta, protegiendo el interior de la tienda. Por todas estas señales, era obvio que allí era donde se encontraba el máximo señor de ese ejército.

Imperio Inca un nuevo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora